Cuando en los 80 Radio Futura cantaba a la Escuela de calor, todo el mundo evocábamos un agosto tórrido como tantos de los que hemos vivido. Porque, no no engañemos, olas de calor ha habido siempre. Qué habrÃa sido, si no, de los Telediarios en verano y de los silencios incómodos en el ascensor. Lo que no ha habido siempre es esa temperatura asfixiante antes de que el calendario haya marcado el inicio del verano.
Pero ahora sÃ. Y, si no nos equivocamos, van dos. O casi. Porque, aunque no sé bien qué criterios usa la meteorologÃa para distinguir entre ola de calor y un mero episodio de calor extremo, lo bien cierto es que hace unas semanas, en mayo, no sentÃamos como si alguien se hubiera dejado abiertas las puertas del infierno y lo ha vuelto a hacer este fin de semana.
Desde luego, no es noticia que haga calor en verano. La noticia es que haga tanto calor cuando no es verano y, sobre todo, que se haya borrado por completo la primavera. No nos ha dado tiempo a que se nos altere la sangre, ni a disfrutar de las flores ni, muchÃsimo menos, a usar esa dichosa ropa de entretiempo que más de una vez se queda colgada en el armario a la espera de mejor ocasión.
Se preguntaba Sabina quién nos habÃa robado el mes de abril Este, sin duda, las lluvias. que no fueron, mil, como dice el refrán, sino mil millones. Un agua de la que nos quejamos -y con razón- y que ahora nos vendrÃa de perilla para aplacar el sofoco. Pero, volviendo al refranero, nunca llueve a gusto de todos.
Los más viejos -y viejas, sobre todo- advierten que el tiempo antes no era asÃ. Y, aunque en algún momento de mi vida tomé tales afirmaciones por batallitas de abueletes, ahora me veo de que llevaban razón. Más razón que un santo.
Esto que estamos sufriendo es el cambio climático. Más allá de lo que ocurra en polos y glaciares que, por preocupante que sea, hay gente que vive como ajeno. Es mucho más que afirmar que el tiempo está loco. Y, por supuesto, mucho más que enchufarse a ventiladores o abanicos o poner a tope el aire acondicionado. Cualquier variación del clima afecta a nuestra economÃa, a la agricultura o al turismo, por ejemplo. Y sin ellos no podemos vivir. Asà de simple y asà de grave.
Espero que aun estemos a tiempo de evitar males peores. Mientras, sigo sin comprender cómo todavÃa hay gente que niega el cambio climático. Aunque le hayan abierto las puertas del infierno en su propia cara.