Albal, un precioso municipio situado en la comarca de la Huerta Sur, en la bella Valencia. Atravesado por la Acequia Real del Júcar y, la de Favara, cuyas aguas son repartidas a todo el término por la Acequia de Albal, se extiende de oeste a sureste pues, este tesoro de la naturaleza busca su salida a ese jardín del Edén valenciano, el lago de l'Albufera.
La hecatombe provocada por esa terrible dana les ha provocado muchos daños, realmente han sufrido la tragedia. Entre ellos se han ayudado los unos a otros, pues allí lo vivieron de una manera muy peculiar. Habitantes gritaban desesperados por salvar su vida, mientras otros vivían totalmente ajenos a la tragedia. Esta se saldó con innumerables daños materiales y tristemente con la muerte de cinco personas.
Nuestra Señora de los Ángeles es la patrona de Albal, pero, san Roque ocupa también un lugar privilegiado en la historia de esta preciosa localidad. Es parte de sus años pasados. Una tradición muy arraigada en el municipio, de hecho, una calle lleva su nombre.
Este santo era hijo de una familia noble, nació en Francia, a finales del siglo XIII. Siendo muy joven, con tan solo 20 años quedó huérfano, decidió vender todas sus posesiones para repartir el dinero entre los pobres. La epidemia de peste invadió toda Europa, provocando una gran mortandad. Nuestro querido Roque recorrió Italia curando y atendiendo a los enfermos. La tradición popular clamaba la sanación de muchos de ellos con tan solo hacer sobre sus cuerpos la señal de la cruz. Los difuntos también eran enterrados por él. La gente no osaba acercarse por miedo a un posible contagio.
Él contrajo la enfermedad, su cuerpo se invadió de manchas negras y úlceras. No deseaba ser una carga para nadie ante lo cual, su decisión fue un retiro en el bosque con una única intención, morir en paz. Allí nació un aljibe el cual alivió su sed y un perro maravilloso, día a día sacaba pan de la cocina de su amo para llevárselo a nuestro Santo. Por eso siempre aparece junto a él, en pinturas y esculturas. El dueño del can se percató de las salidas furtivas del animal y, un día decidió seguirlo. Enternecido cuidó a Roque y lo sanó de sus heridas. Desde luego, nuestro protagonista hizo honor al nombre con el cual lo bautizaron sus padres ¡Roque! ¡Fuerte como una roca! De hecho, al sanar siguió curando no solo personas, también animales hasta su muerte.
En muchos lugares de España se le profiere una gran devoción, Ledaña (Cuenca), Alhaurín el Grande (Málaga), Alcalá del Valle (Cádiz)… La figura de San Roque es una de las más veneradas en la vida cristiana simbolizando no solo la fe, sino también la ayuda, la esperanza y la solidaridad, en tiempos de adversidad.
En mi querido Albal, donde mi buen amigo Víctor, presidente de la comisión de fiestas de la festividad de San Roque me ha hecho el honor de ser Dama de Honor de un personaje de tan alta alcurnia voy a tener el placer de explicar esto y muchas cosas más sobre este Santo tan querido por la tierra valenciana.
Las fiestas en honor a San Roque en Albal, se remontan 300 años atrás en el tiempo, pero, con todo y con eso el labrador siempre ha invocado su presencia en tiempos de crisis, muchos años antes de oficializar esos actos maravillosos como la procesión, la misa… El campo es un trabajo muy esclavo, por supuesto también agradecido, pero a veces una climatología adversa deriva en una mala cosecha y Albal la vive, su economía se centra en ella.
Soy valenciana y llevo la tierra en las venas, frutas verduras y flores. Mi querido Albal me voy a sentir una princesa rodeada por vosotros a los pies de nuestro amado San Roque, colocando una insignia de la Virgen de los Desamparados en su bandera. Explicando actos oficiados por mi antepasado el Cardenal Juan Bautista Benlloch y Vivó.
Y os doy las gracias efusivamente por la presencia en mi vida de una prima regalo del amor, Manoli Juan Poley, nacida allí pues nos tenemos la una a la otra y por poder clamar mi fe y mi valencianía en ese precioso vergel ¡ALBAL!