ArtÃculos como este suelen arrancar con una cita célebre, siguiendo la idea de Jorge Wagensberg de que en ocasiones "compresión" es "comprensión"y de que un buen aforismo te puede ahorrar párrafos de argumentación. Sin embargo, esta urgencia a la hora de transmitir conocimiento o experiencias que te obliga a contar palabras en un artÃculo -o a contar segundos en una conexión televisiva en directo- sacrifica los detalles, la exactitud, y ese sacrificio es especialmente doloroso cuando hablamos del horror que sufrió el pueblo ucraniano durante la gran hambruna –Holodomor- orquestada por Stalin hace 89 años o el que sufre ahora mismo, mientras leen estas frases.
En el libro de Anne Appelbaum Hambruna roja encontré la solución al eterno dilema entre claridad y exactitud, sin necesidad de sacrificios, y a ese hallazgo se sumó otro: el increÃble paralelismo entre la operación de Stalin para exterminar la cultura, la lengua, la economÃa y la misma existencia de un pueblo y la operación especial de Putin que empezó con un fracaso militar y cuyos últimos estertores son el ataque a las infraestructuras básicas de Ucrania.
Vamos en paralelo.
1932-1933. Naciones Unidas calcula que fallecieron entre 7 y 10 millones de personas cuando Stalin utilizó como herramienta de destrucción una necesidad vital, el alimento. El hambre nos despoja de la dignidad y también se la despoja a los que nos rodean. Applebaum cuenta que el deseo de comer simplemente sobrepasaba todo lo demás, sobre todo los sentimientos hacia la familia. Según la FAO la inanición ocasiona diarrea persistente, colapso vascular o insuficiencia cardÃaca y muerte. La persona gravemente desnutrida desarrolla a menudo una infección y fallece a causa de neumonÃa, tuberculosis o alguna otra enfermedad infecciosa. El debilitamiento de la población en aquellos años era general. Los ucranianos caÃan desfallecidos en campos y ciudades sin que tuvieran fuerzas para enterrar los cadáveres, o rebelarse con violencia. Era un sistema de exterminio sumamente pensado, medido y calculado.
Otoño de 2022. Cuando comienzan a bajar las temperaturas, Rusia ataca con misiles y drones la infraestructura eléctrica ucraniana dejando sin luz, agua y transporte a más de 40 millones de ucranianos. El frÃo mata y los sÃntomas de la hipotermia también despoja a las personas de su dignidad: escalofrÃos, balbuceos, pulso débil, torpeza o falta de coordinación, somnolencia o muy poca energÃa, desorientación o pérdida de memoria. Cuando desciende la temperatura corporal, el corazón, el sistema nervioso y otros órganos dejan de funcionar normalmente pudiendo provocar insuficiencia cardiaca y del sistema respiratorio total y eventualmente la muerte. Putin pretende, como otros dictadores en la historia de la humanidad, ganar la guerra atacando a los civiles, privándoles de sus necesidades básicas para forzar su desplazamiento o su capitulación. De nuevo, un cálculo polÃtico para exterminar a un pueblo.
El Holodomor se orquesta por el miedo de Stalin a perder el control sobre Ucrania. SabÃa que los ucranianos sospechaban del gobierno centralizado, que la colectivización no serÃa popular entre los campesinos que sentÃan un gran apego por sus tierras y tradiciones, y que el nacionalismo ucraniano era una fuerza galvanizadora, capaz de desafiar al bolchevismo e incluso acabar con él.
La invasión rusa de Ucrania en 2022 (iniciada en 2014) se orquesta por el miedo de Putin a perder el control sobre Ucrania. El dictador sabe perfectamente que una Ucrania soberana, democrática, unida a Europa por la polÃtica, la cultura y el comercio pone en peligro el establishment de la plutocracia presidencialista rusa.
Ucrania sobrevivió al Holodomor y no fue destruida. Ni siquiera tras décadas de centralismo soviético (que rezumaba imperialismo ruso por los poros). La lengua ucraniana no desapareció, como tampoco lo hicieron su deseo de independencia y de democracia o de una sociedad más justa, o de un Estado ucraniano que represente de verdad a sus ciudadanos.
Ucrania sobrevivirá a la invasión rusa. Reconstruirá su paÃs, se integrará en Europa, en sus instituciones, compartiendo sus valores y caminando hacia un porvenir iluminado por el valor y el heroÃsmo demostrado en la defensa de su tierra y libertad.
¿Y Putin? Acabará como Stalin, señalado como genocida en los libros de historia.
¿Y Rusia? Acabará como la Unión Soviética, aplastada bajo el peso insostenible de la opacidad, la corrupción y el uso de la fuerza como forma de organización social y… no olvidemos, de su organización territorial.