El termómetro vuelve a bajar estos dÃas.
Pasa cada invierno. No es ninguna novedad. Pero parece que sea sólo estos dÃas
cuando pensemos en quienes no tienen techo para refugiarse.
En Valencia nos hemos acostumbrado
demasiado a ver cómo hay personas durmiendo en la calle. Tanto es asÃ, que
incluso las hemos hecho invisibles. Y sin embargo, ahà están, ocupando cajeros,
bancos, patios con cubierto cuando se cierran las oficinas o las luces se
suavizan.
Es curioso que, por ejemplo, el pórtico
de la antigua sede central de Hacienda de Guillem de Castro hoy en dÃa sea el
cobijo de muchas personas sin hogar por las noches. Quién sabe si años atrás
esas personas eran contribuyentes. Es posible que las circunstancias adversas,
la enfermedad o las adicciones les hayan arrojado a la calle. Hoy seguramente
no cotizan, no cuentan, no existen.
Me consta que hay ciudadanos que se han
ido agrupando por iniciativa propia en grupos de ayuda que se encargan de
proporcionarles alimentos y algo de abrigo con cierta frecuencia. También hay
organizaciones no gubernamentales con una gran trayectoria y experiencia en el
apoyo al colectivo de personas sin hogar. Y además existe un Servicio de
Atención a Urgencias Sociales municipal que se ocupa de dar respuesta a
emergencias sociales.
El factor común de todas estas acciones
es la Humanidad: Hacer que estas personas abandonadas a su suerte sean vistas y
escuchadas es volver a contar con ellas, animarles a salir de ese cÃrculo de
pobreza extrema, insistir para que vuelvan a existir.
Esta semana visité el recurso de personas
sin hogar de Cruz Roja, que activa el Ayuntamiento de Valencia con motivo de
condiciones meteorológicas adversas. El año ha empezado frÃo, y el voluntariado
acumula ya muchas jornadas pasando la noche allÃ, dando albergue a personas sin
hogar. Las caras expresan agotamiento fÃsico pero satisfacción e ilusión.
Allà pernoctan unas 20 personas de media,
cada una con una historia detrás, con una situación diferente. Por lo general,
prefieren no hablar, sólo descansar. Hay quienes sufren las consecuencias de
las adicciones y sólo quieren encontrar la paz por unas horas. Hay quienes una
cadena de despropósitos y mala suerte les ha llevado a verse en la calle. La
mayorÃa son hombres, y su salud deteriorada les ha deformado el aspecto.
Estas noches frÃas han sido la
oportunidad para que algunos de ellos hayan decidido pedir ayuda para salir de
la espiral. Ya sólo por ello, habrá valido la pena el esfuerzo, dicen
satisfechos los voluntarios.
Mi admiración para quienes han sabido
hacer de su Humanidad, antÃdoto contra el frÃo de personas sin hogar durante
estas gélidas noches de invierno.