Una inquietante mezcla de xenofobia, intolerancia religiosa y temor a la diferencia avanza y amenaza el futuro de Europa; una agresiva demagogia polÃtica se proyecta en las instituciones que fomenta el odio hacia las minorÃas étnicas, en especial a los gitanos, los inmigrantes y los musulmanes, pero también a otros diferentes como gays, judÃos y los colectivos siempre perseguidos; una nueva ultraderecha que contamina la democracia, incluidos partidos polÃticos democráticos, construye chivos expiatorios en gentes vulnerables con el inmoral objeto de frenar el desasosiego social que genera la incertidumbre económica, la estabilidad futura y el papel de Europa y nuestros paÃses en el mundo. Es una mentalidad que culpabiliza de los actuales problemas del continente, en vez de a quienes son su verdadera causa, a quienes son vÃctimas de la pobreza, la desigualdad y el autoritarismo, pretendiendo ignorar la contribución de los inmigrantes y de la propia diversidad europea a la construcción democrática. Es imposible dejar de mirar a nuestro pasado, a los trágicos años 30 que alumbró la intolerancia más devastadora de la historia de la humanidad.
El populismo xenófobo marcha firme hacia las instituciones en todos los paÃses europeos, alienta la intolerancia y el odio aportando respuestas simples a realidades complejas para movilizar el máximo de votos posibles mediante el uso de promesas no realistas, siempre falaces y oportunistas. Utiliza los miedos y emociones de la gente, recurre a estereotipos y prejuicios, estigmatiza y criminaliza a colectivos enteros convirtiéndoles en dianas del odio mediante un "nosotros contra ellos". La espectacular subida electoral en Austria, Suecia y Holanda lo confirma, uniéndose al consolidado Lepen en Francia, a la dura ultraderecha de Jobbik en HungrÃa, a la Liga del Norte en Italia, al BNP de Gran Bretaña o a los islamófobos en Suiza; opciones que parecen construidas en los mismos laboratorios del neofascismo europeo. Pero no todo queda aquÃ, de igual manera la deriva contaminante hacia los partidos democráticos proyecta polÃticas autoritarias, como evidencian Sarkozy y Berlusconi con la crisis de los gitanos rumanos y búlgaros, asà como reorientaciones en las polÃticas de inmigración, cual es el caso de la posición de Merkel, de corte asimilacionista y excluyente.
No es un simple problema de racismo, superioridad o inferioridad étnica, ni de xenofobia, lo que azota Europa, va mas allá, hay que mirar donde anidan los prejuicios que alimentan la intolerancia. Sin duda, todo es más complejo, es un problema de dimensión ética, social y polÃtica, generado y alimentado por factores diversos, estructurales, económicos, ideológicos y/o culturales. Elie Wiesel, superviviente de Auschwitz, señaló el problema de la intolerancia, afirmando que "no solo es el vil instrumento del enemigo, sino que ella es el enemigo mismo", allà donde germina el odio. El odio es irracional, impulsivo, implacable, apela a lo que hay de destructivo en el ser humano para encender el fuego destructor de la guerra. Por eso la UNESCO se apresura a levantar el principio de la Tolerancia y lo califica del umbral para la Paz.
La intolerancia actual es el denominador común de un poliedro maligno que presenta, entre sus múltiples caras, el racismo, xenofobia, sexismo, homofobia, antisemitismo, islamofobia y otras expresiones heterófobas frente a la diversidad cultural, lingüÃstica y humana. Todas estas manifestaciones consagran como valor, no a la persona con sus propias y diversas identidades, sino a la propia identidad enfrentada a la de los demás, sobre quienes no acepta y niega respeto y aprecio. Como expresión individual proyecta actitudes ó comportamientos que rechazan la diversidad y denigran ó vulneran la dignidad y los derechos fundamentales de la persona. Se presenta vinculada a manifestaciones de odio que discriminan, segregan, agreden o incitan contra grupos, minorÃas o personas por el hecho de ser, pensar o actuar de modo diferente. Cuando la intolerancia se transforma en un hecho colectivo o institucional, socava la convivencia, los principios democráticos y supone una amenaza a la paz mundial.
Educar para la Tolerancia
DecÃa Einstein que neutralizar un prejuicio era más difÃcil que dividir un átomo. Pues bien, la Escuela debe poner en ello su principal empeño porque la Intolerancia se alimenta de prejuicios y se desarrolla en medios donde la ira o la hostilidad se permiten y presentan como modo de relación. No acepta que existan ideas contrarias o visiones diferentes a lo que establece. Y no se puede contemporizar con ella, hay que denunciarla, desenmascararla, rechazarla, repudiarla, excluirla de toda relación humana y por ende de la sociedad, porque la Intolerancia incita al odio y se sitúa en el umbral de la violencia. Hay que sancionarla. Pero sobre todo, hay que prevenirla, y la Escuela es el lugar adecuado para favorecer cambios cognitivos, afectivos y conductuales, ayudando a incorporar el rechazo a la intolerancia en la propia identidad, a desarrollar habilidades para identificar y rechazar estereotipos heterófobos y riesgos de conflicto, a vivir experiencias de aprendizaje participativo desde la diversidad de todas y todos en el sistema escolar, de asertividad y empatÃa, sin reproducir en la escuela las discriminaciones, odio y violencia que existen en el resto de la sociedad.
La UNESCO lo estimó prioritario y el 16 de noviembre de 1995 suscribÃa solemnemente una Declaración de Principios que establecÃa, "la tolerancia consiste en el respeto, la aceptación y el aprecio de la rica diversidad, de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y medios de ser humanos. La fomentan el conocimiento, la actitud de apertura, la comunicación y la libertad de pensamiento de conciencia y de religión. La tolerancia consiste en la armonÃa en la diferencia. No sólo es un deber moral, sino además una exigencia polÃtica y jurÃdica." A partir de ahÃ, animó el compromiso de manera urgente, precisando no confundirla con permisividad, concesión, condescendencia o indulgencia; dijo que supone rechazo del dogmatismo y del absolutismo e insistió que la tolerancia es una actitud activa de reconocimiento de los derechos humanos universales y las libertades fundamentales de los demás y que en ningún caso puede utilizarse para justificar el quebrantamiento de estos valores fundamentales. Han de practicarla los individuos, los grupos y los Estados.
Como no podÃa ser de otra manera, la UNESCO señalaba que la educación es el medio más eficaz de prevenir la intolerancia. La convivencia democrática, en un mundo globalizado que vive la diversidad integral, requiere como imperativo urgente la Educación para la Tolerancia cuyo objetivo debe de ser contrarrestar el prejuicio y las influencias que conducen al temor y la exclusión de los demás, ayudando a los jóvenes a desarrollar sus capacidades de juicio independiente, pensamiento crÃtico y razonamiento ético. La UNESCO reclama abordar los motivos culturales, sociales, económicos, polÃticos y religiosos que alientan la intolerancia, es decir, las raÃces principales de la violencia y la exclusión, demandando que las polÃticas y los programas educativos deban contribuir al desarrollo del entendimiento, la solidaridad y la tolerancia entre los individuos, y entre los grupos étnicos, sociales, culturales, religiosos y lingüÃsticos, asà como entre las naciones. Aunque siempre en la primera etapa de la Educación para la Tolerancia, se debe enseñar a las personas los derechos y las libertades que comparten, para que puedan ser respetados y fomentar además la voluntad de proteger los de los demás.