Por experiencia personal y perdónenme
si molesto, pero ¿quién no se ha enfrentado últimamente a la odisea de pasar la
Inspección Técnica de Vehículos en la Comunitat Valenciana? Conseguir cita
previa es misión imposible. Que te atiendan por teléfono, un milagro. Y acudir
sin cita… salvo que estés dispuesto a esperar más de cinco horas, ni pensarlo,
a pesar de la promesa inexistente de líneas sin cita previa para casos de
urgencia o caducidad inminente de la ITV
La reversión de las concesiones
se presentó como un gran logro político en la época del Botànic. Se nos
prometió un servicio público ejemplar, moderno, cercano y más barato. El
resultado fue SITVAL. Y SITVAL, hoy, es sinónimo de colapso e ineficiencia. Una
reversión precipitada, mal planificada y sin tener en cuenta lo esencial:
activos, condiciones laborales, capacidad operativa y cumplimiento normativo.
Es cierto que recientemente se
han anunciado medidas: 90 inspectores fijos, 250 temporales, un total de 340
refuerzos. También un plan de choque para ampliar el call center de 11 a 25
operadores. Pero la realidad es tozuda: nada de eso ha resuelto la actual
ineficiencia que depende del factor humano.
La excusa sobre la que pivota la
situación es la falta de un convenio colectivo con consecuencia de ausencia de
oferta pública de empleo. Palabras que esconden lo obvio: una ineficiencia de
gestión.
Porque los protocolos del
Ministerio de Industria dejan claro cómo hacer la inspección y, comprobado in
situ, un vehículo tipo M puede ser inspeccionado en poco más de 11 minutos,
que, junto a la parte documental, no llega a 15. Eso significa que cada técnico
podría revisar 4 vehículos a la hora y en cada línea pude haber más de un
técnico. Por lo que: ¿Entonces? ¿Por qué
los ciudadanos seguimos condenados a colas interminables? (en 5 líneas con dos
técnicos por línea se podrían gestionar una media de 30 a 40 vehículos/hora,
como antes de la reversión)
Lo he comprobado en primera
persona y la conclusión a la que llego es evidente: la ITV valenciana ya no es ese
trámite técnico, rápido y transparente. Se ha convertido en un muro que separa
a la administración de los administrados. Un muro de horas perdidas,
frustración y ausencia de respeto por el administrado.
La reversión se vendió como una
victoria de lo público, cuando hoy es un castigo para el administrado. La
pregunta es: ¿se seguirá defendiendo este modelo fallido o se tendrá el coraje
de reconocer que la gestión de SITVAL es, sencillamente, un auténtico suspenso
que ha de corregirse?