Una alianza
Vasco-Catalana de empresas, de la mano de sus gobiernos autonómicos,
amenazan con quedarse el grosor de los 140.000 millones en fondos
europeos para la reconstrucción, gracias a las alianzas económicas
que se están tejiendo, a velocidad récord, a través de proyectos
supranacionales.
A esta carrera por
el montante económico la Generalitat Valenciana, una vez más, llega
tarde. El Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ya dejó claro a
los presidentes autonómicos la semana pasada que la línea de ayudas
europea no era un reparto de Fondos de Liquidez Autonómica, ni una
negociación sobre la financiación. Los criterios poblacionales y de
liquidez se tendrían en cuenta, pero los fondos europeos se
repartirán a través de proyectos.
Proyectos
. Esta es la palabra clave.
Y es en este sentido
donde autonomías como el País Vasco, Cataluña o incluso
Extremadura, muy bien situados en Bruselas, se han lanzado a la
carrera y se han sentado con las empresas locales informando de las
posibilidades que otorgan estas subvenciones para abordar problemas
enraizados con las economías locales y comarcales.
Por su parte, otros
gobiernos autonómicos como el valenciano, parecen estar delegando
las competencias en el Gobierno Central, que, si bien, se ha
encargado de negociar el tema en Bruselas y lo conoce de cerca,
parece más viable que plantee a Europa la necesidad de impulsar
grandes infraestructuras en materias de Movilidad, Sanidad y Turismo,
frente a la necesidad de salvar a sectores valencianos propios, y que
se encuentran al límite tras la crisis del coronavirus.
La clave: Mancomunidades, Ayuntamientos y asociaciones
Los polígonos
prácticamente desmantelados, la rápida despoblación en las zonas
de interior, la falta de innovación en la agricultura, o el riesgo
de quiebra de los artistas falleros y pirotécnicos; son algunos de
los problemas que cuentan ahora con una oportunidad única para
encontrar soluciones. Y en esta realidad, entes como los propios
Ayuntamientos, las Mancomunidades, las Asociaciones y las Diputaciones; deben jugar un
papel clave para coordinar el trabajo y, si es posible, buscar pactos
con áreas que sufran las mismas problemáticas en otros países.
Urge, en definitiva y entre otros,
la necesidad de sentarse con las pequeñas empresas del Rincón de
Ademuz para coordinar proyectos contra la despoblación. Con los
agricultores de Alicante, para frenar la xylella fastidiosa; o con
los de Castellón, para buscar solución a la terrible caída de los
precios de los cítricos. Incluso con las empresas turísticas, para
seguir trabajando en la desestacionalización del turismo.
Si alguien no se
sienta ya a explicar que todos podemos participar de esos 140.000
millones de euros, el dinero acabará muy mal repartido, o, lo que
podría ser peor, en manos de otros que sí han sabido hacerlo bien.
Aun estamos a tiempo, pero si salimos últimos en esta carrera, podemos llegar tarde.