Encaramada sobre una colina y
envuelta por murallas centenarias, Morella impone con su perfil medieval. Pero
entre sus piedras antiguas no solo habita la historia: también sobreviven las
murmuraciones de un pasado inquietante. Bajo la belleza de sus callejones
empedrados y sus torres silenciosas, persiste la sombra de aquellas mujeres
acusadas de brujería, juzgadas y condenadas en un tiempo donde el miedo se
confundía con justicia.
Corría el año 1540 cuando el
Tribunal de la Inquisición extendió su mano hasta las aldeas más remotas de la
comarca castellonense de Els Ports. En Herbeset, Ortells, Castell de Cabres o
La Mata, comenzaron a circular algunas confidencias: mujeres que hablaban con
las plantas, que sanaban con hierbas o que conocían demasiado bien el cuerpo
humano. Pronto, aquellos rumores se convirtieron en denuncias. Y las denuncias,
en procesos.
Documentos conservados en los
archivos inquisitoriales de Valencia y Tortosa relatan interrogatorios,
torturas, y confesiones arrancadas al filo del dolor. Se hablaba de ungüentos
para volar, de pactos con el diablo, de reuniones secretas bajo la luna.
Algunas de aquellas mujeres fueron silenciadas para siempre; otras, simplemente
borradas del relato oficial.
Pero el misterio no termina
en los libros. A pocos kilómetros de Morella, en lo más profundo del monte, se
encuentra la Cova del Bou, una cueva que los pastores de la zona aún nombran en
voz baja. Allí, según cuenta la tradición oral, se reunían las brujas en las
noches de San Juan. Testigos del siglo XX hablaban de luces extrañas, sombras
que danzaban, y animales que no se atrevían a acercarse.
Nunca se hallaron pruebas, ni
el Santo Oficio incluyó esa cueva en sus registros. Tal vez por eso, el lugar
ha seguido siendo territorio del misterio. ¿Fueron aquellas mujeres víctimas de
la ignorancia y el poder? ¿O guardaban realmente conocimientos que desafiaban
su tiempo?
Hoy, al caminar por las
callejuelas de Morella cuando cae la niebla, uno podría jurar que aún se oyen
voces entre las piedras. Un tiempo en el que ser una mujer libre, sabia o
diferente, podía ser motivo suficiente para arder en la hoguera... o
desaparecer sin dejar rastro. Quizá la solución al enigma esté en el interior
de la Cova del Bou.