El respeto al patrimonio histórico y cultural define a la sociedad misma y al tiempo que en que cada uno vive como extensión general de sà mismo. El respeto y el conocimiento de nuestro propio patrimonio y nuestra misma esencia radica en esa forma de concebir lo que nos envuelve como potencia enriquecedora de nuestra propia y definida cultura. El respeto y el cuidado, la digna conservación de espacios y edificios y el adecentamiento de los propios manifiestan el interés de una sociedad en reconocerse a sà misma.
El respeto al patrimonio cultural en todas las vertientes es su propio reconocimiento como parte intrÃnseca de
la propia vida. No hay cuerpo que pueda vivir sin ninguno de sus órganos vitales: los necesita todos porque todos funcionan de acuerdo con un orden que el mismo cuerpo exige para vivir. Ningún cuerpo puede vivir de digna forma sin ninguno de sus miembros; asà también, ninguna sociedad entendida siempre "como comunidad de afectos compartidos en el tiempo"puede vivir o sobrevivir al menos sin ninguno de los hechos patrimoniales, culturales y sociales que la confirman como auténtica, como imprescindible en el devenir de un tiempo rápido donde todo a veces exige lentitud para ver y admirar después de conocer en profundidad.
Esa lentitud es el conocimiento de su propio ser como cultura y como pueblo. He ahà que nuestro riquÃsimo exige un cuidado especial y continuado en el tiempo, protegiendo lo hecho para que siga existiendo como sÃmbolo de la identidad de nuestro pueblo y también de nuestra comarca.
El patrimonio histórico no es un hecho aislado ni un cuerpo muerto que resucita de inmediato. El respeto al patrimonio cultural común es o debe ser el hecho sustantivo de nuestra ciudad en su pasado, en su presente
y en nuestro futuro.
El respeto al patrimonio simboliza que lo que se es: un patrimonio, como un miembro muerto, no es sino algo aislado que no se aprecia y por lo tanto no se cuida . Ese respeto es propio y ha de empezar por cada uno de nosotros, valorando su preciosÃsima posesión como algo único sin igual. Ese respeto personal que " se conoce a sà mismo" es el verdadero origen de una ciudad cuya vitalidad existe en la misma medida en que cada uno de nosotros