Si
nada lo impide, cuando estas páginas vean la luz ya habrán empezado
oficialmente las Fallas, Y con ellas, la mascletá diaria, ese
estallido de ruido y sensaciones dificimente comparable con ninguna
otra cosa. Nadie de esta tierra, incluso quienes no disfrutan con las
fallas -que los hay- puede sustraerse a ese olor tan caracterÃstico
que es el olor a pólvora. Un olor evocador que se aspira y se
respira, sobre todo en un año como este en que recuperamos unas
fiestas que la pandemia nos habÃa robado durante dos meses de marzo.
Pero
el ruido y el olor a pólvora no siempre son preludio de fiesta. Y
bien lo sabemos, por desgracia. Porque en este mismo año, mientras
contamos los dÃas aguantando la respiración para que empiecen las
fiestas, en otro lugar del mundo aguantan la respiración para que el
ruido y la pólvora se terminen. Es la guerra, la madita guerra. Y la
tenemos aquà al lado, como quien dice.
La
realidad siempre supera la ficción. Hace un tiempo, cuando asumimos
por fin que la pandemia no serÃa cuestión de unos meses sino más
bien de unos años, se oÃan voces que decÃan algo que entonces me
pasó desapercbido. Hubo quien decÃa, no sabrÃa decir si con
esperanza o con resignación, que, como a estas generaciones no nos
habÃa tocado sufrir una guerra, estábamos sufriendo una pandemia.
Como si el destino tuviera un cupo de fatalidades para cada sociedad,
y las repartiera a su antojo.
Ahora
me acuerdo de esa frase, y pienso que quien la dijo ya podÃa haberse
mordido la lengua. Porque la pandemia no nos ha dado un seguro para
nada, y menos para blindarnos ante una guerra. Ahà la tenemos, en
las puertas mismas de nuestra Europa, cuando la pandemia todavÃa no
se ha marchado. Ahà tenemos unas imágenes de tanques y de gente
desesperada que nunca creÃmos que verÃamos en nuestra confortable
burbuja
Nunca
pensé que, llegado este mes de marzo, escucharÃamos en la tele
otras detonaciones que las de nuestros petardos, ni verÃamos más
fuego que el de nuestra Cremà . Tampoco pensé que el sonido de la
percusión no serÃa el de las bandas de música, sino el de tambores
de guerra. Pero, como decÃa antes, la realidad siempre supera la
ficción. Y no lo hace, precisamente, para mejorarla.
Este
ruido da escalofrÃos. Ojalá durara tan poco como dura nuestro ruido
y nuestra pólvora. Crucemos los dedos.