Mucho se habÃa dicho sobre las Fallas de septiembre. Dudas, crÃticas, reticencias y hasta sus más y sus menos con el nombre, que no eran fallas sino actos falleros.
Confieso que yo tampoco lo tenÃa nada claro. No sabÃa cómo iban a resultar esas fallas sin verbenas, sin mascletà s ni castillos multitudinarios y con toque de queda, esas fallas enmascarilladas por dentro y por fuera.
Y, por supuesto, me lo pensé mucho antes de decidir ir a la Ofrenda vestida de valenciana, como habÃa hecho cada año de mi vida desde que tengo uso de razón y hasta que la pandemia me lo impidió.
Al final, las ganas, si no resolvieron las dudas, las disolvieron. Y me puse el chip fallero y el traje de valenciana, a pesar de lo raro que resulta ver fallas a más de 35 grados. Y hasta por algún momento me sentà como siempre, como me sentÃa cada mes de marzo antes de que un maldito virus cambiara nuestras vidas.
Hemos respetado las normas, nos hemos adaptado y, al final, hemos disfrutado como pensábamos que no volverÃamos a disfrutar. Reconozco que hacÃa tiempo que no me emocionaba tanto cada petardo, cada nota de las bandas de música, cada desfile y, por supuesto, la llegada a la Virgen. A pesar de la mascarilla, del cambio de recorrido, de la temperatura, del nuevo horario y de la falta de público. A pesar de los pesares, la vida sigue ahÃ, esperando que le demos de nuevo al botón de on después de un largo tiempo de pause.
No abogo por tirarnos de cabeza a la locura, sino por disfrutar con prudencia. Por demostrar que, si nos lo proponemos, en Valencia podemos celebrar fallas en septiembre y con seguridad, y que no por ello dejen de ser Fallas.
Ahora solo nos queda esperar a que el mes de marzo próximo nos regale unas fallas con todos sus aditamentos. Porque, además, será señal de que hemos vencido al bicho o que estamos a punto de hacerlo. Y de que este ensayo general que han sido las fallas de septiembre ha funcionado.
Que asà sea. Porque, aunque no ha estado mal eso de las fallas con calor y restricciones, prefiero volver al tiempo en que lo que más nos podÃa preocupar era que lloviera en fallas. Que ni de eso nos hemos librado.