Susana Gisbert. /EPDAReconozco que mi primera intención era titular este artículo “El final del verano”, jugando con la cronología y la actualidad, usando el título de la icónica canción del recién fallecido Manuel de la Calva. Pero, con echar un rápido vistazo a la pantalla de mi móvil, pude comprobar que esta idea se les había ocurrido a muchos antes. Así que cambié de idea.
Lo que no cambia es que, un año más, se nos acaba el verano. Quedan por estirar los últimos días disfrutar de los últimos coletazos, a excepción hecha de esas pocas personas afortunadas que aun disponen de vacaciones por gastar. Pero la mayoría nos vemos en el brete de surfear las últimas olas. Y, cómo no, de hacer balance, que eso siempre está bien.
Por supuesto, si hay una palabra que resume este verano es “incendios”. Un montón de hectáreas quemadas en toda España, pero especialmente en Galicia, Extremadura y Castilla León, dejan al país bastante menos verde de lo que era. Nos roban el oxígeno para respirar y, a muchas familias, el pan para comer. Y esto, aunque suceda en mayor o menor medida cada verano, no puede quedarse en una mera notica estival seguida de resignación hasta el verano próximo. Una vez más, nos repiten que la prevención es esencial, que los incendios del verano se evitan en invierno. Pero ya veremos lo que ocurre del dicho al hecho.
Pero no es lo único que ha ocurrido este verano. Los lamentables sucesos de Torre Pacheco nos recordaban que el racismo y la xenofobia sigue ahí, agazapado, esperando cualquier excusa para saltarnos a la cara. Algo que ocurría en los primeros días del verano, unos primeros días en que la violencia de género nos atizó fuerte, recordándonos también que no da tregua.
Y, en estos últimos días, el trágico naufragio de un cayuco con destino a España nos sigue mostrando que la inmigración sigue arrojando su trágico balance entre personas que no tienen más patrimonio que su propia vida.
Tampoco podemos olvidar esa realidad a la que nos estamos acostumbrando tristemente. La realidad de la guerra. Las terribles imágenes que vemos cada día de Gaza no nos pueden dejar indiferente, ni tampoco la crónica de lo que sucede en Ucrania. Ni en otros países donde los derechos humanos son sistemáticamente violados, como Afganistán.
Nos queda por surfear la última ola, pero el mar sigue ahí, no se acaba nunca. Como no se acaban todos esos dramas de los que deberíamos aprender. A ver si esta vez lo hacemos
SUSANA GISBERT
Fiscal y escritora (@gisb_sus)
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