Máximo Huerta
Portada de Con el amor bastaba, de Máximo Huerta¿Cuánto de autobiográfico hay en Con el amor bastaba?
Es inevitable que haya algún reflejo autobiográfico porque uno escribe después de haber vivido, leído, viajado… Al final, todo lo que sale en un libro forma parte de ti. Pero este libro es ficción, más allá de que el personaje es un chico y hable en primera persona. Cuando he querido hacer un libro autobiográfico lo he hecho y se llama ‘La parte escondida del iceberg’
En el pasaje que transcurre en la Alameda de los plátanos ¿pensabas en Utiel?
Reflejos autobiográficos claro que los hay, igual que le cojo las recetas a mi abuela y se las regalo a otros personajes… Obviamente la escena de la discusión de los padres en la Alameda de los plátanos está inspirada en la Alameda de Utiel pero eso pasa también con la escena en la que se esconde el protagonista en un terreno ganado a las viñas que, como te puedes imaginar, es un escenario en mi memoria en la que se cuela Utiel. Unas veces es de forma voluntaria y otras, inconsciente.
Enfajas tu obra con una frase del recientemente fallecido Luis Eduardo Aute: ‘Reivindico el espejismo de intentar ser uno mismo’.
Es una frase que decidieron Aute y su familia y que refleja perfectamente el espíritu de la novela. Reivindico la belleza de la diferencia. La ausencia de prejuicios, la libertad, la particularidad de cada uno,… intentar al menos ser nosotros mismos. Con cierto grado de resignación ante la dificultad de alcanzar esa libertad. Nos perdemos en intentar ser como los demás quieren o como creemos que les vamos a gustar más y al final no disfrutamos la vida por miedo a los prejuicios, al qué dirán… El libro ha estado guardado en cajas desde antes de la pandemia por lo que estaba antes de que nos dejara
Como Aute, tú también dibujas, escribes... ¿Te identificas con él?
Reivindico disfrutar de los dones que tengas sea del arte que sea. A mí me gusta dibujar porque me relaja, me gusta escribir, me gusta leer, me gusta ir al cine. De hecho, la historia de la literatura está inundada de autores que bailaban, que eran arquitectos, pintores… Boris BiVian, Sidonie-Gabrielle Colette… Aquí tenemos demasiados prejuicios y nos extraña cuando alguien destaca o desarrolla diferentes facetas del arte. Hay que disfrutar de la vida siendo lo que cada uno quiere ser, Aute es un maestro, yo admiro sus letras, sus dibujos, sus poemas…
Sin ánimo de destripar el libro, el protagonista tiene una cualidad inusual: vuela
Es una alegoría de la libertad, de la diferencia como belleza. Todos somos únicos, todos somos raros –como dice el hermano del protagonista– y eso es lo que nos permite disfrutar de la vida. Igual que hay vinos de diferentes variedades de uva y eso es lo que hace bonita una bodega y una comida, en la vida también.
Los personajes secundarios tienen un papel sorprendentemente destacado.
Cada personaje en sí es una novela. Somos por la gente que nos rodea. Los personajes que rodean al protagonista hablan más de él que él mismo. La gente que te rodea es la que explica cómo eres. En esta novela los personajes secundarios son fundamentales. Yo creo que en la vida todos somos el personaje secundario de otro. Todos estamos en la novela de otro. Somos protagonistas de nuestra novela y los extras de los demás. Por eso me gusta que en las novelas, los secundarios tengan mucho peso.
¿Cuál es tu proceso de creación?
Llevo libretas, voy tomando notas… pero lo fundamental es saber lo que quiero contar porque una vez eso lo tienes claro, todo lo demás fluye. A partir de ahí voy haciendo mis esquemas, voy incorporando a mis personajes para que sean claves, recorto fotos, voy localizando escenarios como si lo hiciera para una película. No es tan diferente escribir una novela a construir un aeropuerto. Tú la preparas, la diseñas, y la construyes… y luego a veces se te quedan pájaros dentro porque has hecho mal el techo pero lo fundamental es tener claro lo que quieres contar.
¿Te ha servido la literatura como refugio tras dimitir como ministro de Cultura y Deportes?
Todo lo que te pasa te sirve a la hora de escribir y a la hora de vivir. A mí y al que tiene un horno en Utiel, o al que tiene una empresa. Cualquier problema personal hace que las otras actividades te sirvan como refugio. Claro que la literatura me ha servido como refugio. Pero lo ha sido cuando murió mi padre o cuando cambias de ciudad o cuando hay algún tropiezo en tu vida. La literatura como evasión es necesaria.
¿Te has reconciliado ya con la política?
La política la miro como espectador y como ciudadano. Yo no vengo de la política ni pertenezco a la política. Yo simplemente acepté un cargo. Algo que me ilusiona y que me gusta mucho. Igual que en su momento Semprún aceptó, y muchos otros escritores han asumido papeles en la vida pública sin pertenecer necesariamente a ese mundo.
Levantarse y seguir...
Todos somos ave fénix cuando nos toca cambiar. De trabajo, de ciudad, de pareja… y te toca otra vez renacer de cero. Es algo consustancial al ser humano. Y ahora más que nunca. Ahora va a estar el país lleno de ave fénix, de gente que va a tener que reinventarse.
Es más incómodo el primer día cuando ves que todo el mundo recela o hace burlas de mi elección como ministro que el último, porque lo mío fue una multa pagada –aunque a los periodistas nos gustan los titulares gruesos y usaron la palabra fraude que nunca lo fue–. Te hace madurar, aprender a relativizar y acostumbrarte a perder. Porque crecer es aprender a perder. Perder personas, perder lugares,… incluso perder la razón.
¿Tiene algún vínculo esta novela con las anteriores?
Todas mis novelas son independientes. Aunque hay guiños a otras novelas, son guiños casi ocultos para que los lectores fieles los encuentren. En cada novela me monto en un avión diferente y en otra historia que quiero contar. En esta quería hablar de la diferencia como belleza. Todas las familias guardan secretos, tienen rincones de luz y de sombras… Nada que ver con las anteriores.
¿Y no te has planteado continuar ninguna de tus novelas?
Durante el confinamiento me he puesto a escribir la segunda parte de ‘Una tienda en París’ y me ha servido para ocupar la cabeza. Me apetecía volver a los años 20, un siglo atrás, con motivo de los Juegos Olímpicos. Me ha servido para evadirme y no estar en el Madrid de 2020, sino en el París de 1924.
¿Cómo defines a tu lector?
Es muy ecléctico. Muy variado. En una firma de libros en Sant Celoni, en Barcelona, un escritor muy conocido me dijo: “Tienes lectores de todas las edades y eso es muy bueno porque te acompañarán durante muchos años”.
¿Cuáles son tus influencias?
Ana Mª Matute es la principal, bebo mucho de mundos matutianos, del realismo mágico; el hecho de volar viene de García Márquez, quien leyó algunas de mis novelas y con cuya viuda, Mercedes, tengo una muy buena relación…Y luego ya Carmen Martín Gayte, Delibes, Peter Cameron, Paul Auster, Muñoz Molina, Elvira Lindo, Vila Matas...
¿De verdad basta con el amor?
Con el amor bastaba es un lamento que hace el protagonista y que explica la importancia del amor en la vida. No nos hace falta nada más. Sentirse respetado, querido, es al final lo que más necesitamos. Así lo creo yo también. Más allá de la salud, del trabajo... Al final, sentirse querido es lo más importante. Nadie, en esta pandemia, decía: “cuando acabe esto me quiero ir a Tahití”. No, todo el mundo decía: “quiero ir a ver a mis padres, abrazar a mis amigos…”
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