Eva Cayuela. / EPDACada 25 de noviembre detenemos el ritmo para recordar algo que nunca deberíamos olvidar: que ninguna mujer debe vivir con miedo. Que ninguna mujer debe sentir que su voz tiembla más que su propia vida. Que ninguna debe caminar sola cuando lo que necesita es un entorno que la sostenga.
Hoy no es un día de grandes discursos ni de banderas, es un día de personas. De las que ya no están, de las que luchan en silencio cada día y de las que han encontrado fuerza para comenzar de nuevo. A todas ellas las abrazo desde este pequeño espacio, con respeto y con profunda admiración.
La violencia contra la mujer no es un problema ajeno, lejano o abstracto. Puede estar más cerca de lo que imaginamos. Y por eso importa tanto que como sociedad sepamos escuchar, acompañar y creer. Importa que formemos parte de la red que salva, no del ruido que ahoga.
No podemos devolver la vida a quienes hemos perdido, pero sí podemos honrarlas construyendo un presente distinto: uno donde las niñas crezcan libres, donde las mujeres vivan sin miedo y donde el respeto sea una realidad cotidiana.
En este 25N levantemos la voz, pero también el corazón. Porque juntas, y juntos, somos más fuertes que cualquier forma de violencia.
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