Susana Gisbert. / EPDA
La pasada semana asistimos a la gala de nominaciones del teatre faller de 2023, la primera que se hace con normalidad desde la pandemia. Era mi primera vez como autora, ahora que por fin a las obras literarias no representadas se les daba el mismo trato que a las obras escenificadas.
Pero, aunque un poco de umbralismo –“yo vengo a hablar de mi libro”- nunca está mal, no era en eso en lo que quería incidir, sino en algo bastante desconocido, incluso dentro del mundo fallero, y que merece la pena contar, incluso al mundo no fallero.
Si se habla de teatro fallero, salvo iniciados, la gente imagina sainetes de época, un tanto trasnochados y hasta casposos. No saben la cantidad de trabajo y la calidad de las obras que se representan. Yo misma era ajena por completo a este submundo cultural, pese a ser fallera de toda la vida, hasta que mi falla -Cádiz-Denia, hay que hacer patria- se metió hace unos años en el berenjenal y nos inoculó el veneno del teatro, como diría Rodolf Sirera, cuya obra han representado varias comisiones.
Como decía, pocos imaginan la calidad de las obras representadas, teatro amateur de la mejor clase y de la más variada temática. Desde autores clásicos hasta los más modernos tienen cabida en las representaciones. Nada que ver con esos ripios casposos que algunos creen sin tener ni idea. Y, por supuesto, en valenciano, se trate de la obra que se trate. Por ello, y, para empezar, es una magnífica iniciativa para que la gente conozca obras literarias -en tiempos en que se lee poco teatro- y también para promocionar el uso de nuestra lengua, que buena falta hace.
Pero ni siquiera eso es lo que más admiro. Lo más encomiable son las horas de trabajo y dedicación, de ensayos y más ensayos. Horas arrancadas al ocio, o al sueño, para una única representación con un único premio: el aplauso. Aplauso de una sola vez porque, salvo excepciones, esos montajes nacen y mueren en esa sola representación. Un mérito enorme.
Luego están los premios, que unas veces caen y otras no. Si lo de que nunca llueve a gusto de todos es siempre una realidad, en este caso es especialmente visible, por toda la subjetividad y diferencia de criterio que puede suponer juzgar una obra vista una sola vez. Si no llegan, parece que todo el esfuerzo, todo el trabajo, todas las horas perdidas han sido para nada. Pero nada de eso. Estar ya es un gran premio y por eso quería dedicar estas líneas a quienes han sido nominados y, sobre todo, a quienes no lo han sido. Sois grandes
Comparte la noticia
Categorías de la noticia