Susana Gisbert. /EPDA Si algo tienen de positivo las catástrofes y desgracias colectivas, es mostrar la parte buena del ser humano, de muchos seres humanos. Es algo que estamos viendo estos días con la guerra de Ucrania, y sus secuelas de personas refugiadas y desplazadas.
Hay que tener el corazón de piedra para no estremecerse ante las imágenes de personas que lo han perdido todo, ante las fotografías de ciudades devastadas y de desolación absoluta. Y habría que ser muy insensible para no imaginar el dolor de quien, de la noche a la mañana, se ve privado de todas las cosas que tenía, incluido un suelo bajo los pies, y tiene que emprender una huida incierta hacia un futuro más incierto aún.
Podríamos mirar hacia otro lado. Podríamos fingir que aquello no nos afecta ni tiene que ver con nuestras cómodas y confortables vidas, aunque ni siquiera eso sea cierto. Podríamos ir hacia adelante con las orejeras puestas y con un impermeable de egoísmo en el corazón y el cerebro. No seríamos los únicos en hacerlo.
Pero no. Vengo observando, con una alegría no exenta de orgullo, cómo reaccionamos, cómo la guerra ha conseguido tocar nuestra línea de flotación y derribar nuestras barreras. Y, poco o mucho, todo el mundo quiere hacer algo.
Recibía hace poco un mensaje de una amiga muy querida que me contaba que había acogido en su casa a dos niñas ucranianas, con las que tenían contacto, y que ahora tenía dos hijas más en casa. Me dan ganas de sacar pecho y contárselo a todo el mundo diciendo "es mi amiga". Un buen ejemplo.
Otra muestra la viví hace apenas unos días. Alguien habló en el chat de mi falla de la labor que hacen Bombers pel Món, ONG a la que está ligado algún componente de la comisión. De pronto, alguien ofreció un donativo, y en menos de media hora se había superado una cifra considerable de recaudación entre falleros y falleras y familiares varios. Fue un gesto espontáneo que me hizo sentirme, una vez más. orgullosa de mi falla, Cádiz Denia y de todas las personas que, como nuestra comisión, ha querido aportar su granito de arena para hacer algo mejor la vida de quienes peor la tienen.
Por supuesto, son solo dos ejemplos. No quiero poner medallas sino contar cosas que pasan, y que pasan en muchos lugares de nuestra Comunidad y otras comunidades, porque, por fortuna, hay muchas personas solidarias, aunque, por desgracia, hay demasiadas razones para sacar a la luz esa solidaridad.
Gracias por devolvernos un poquito de fe en la humanidad.
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