La polÃtica valenciana está viviendo uno de esos giros inesperados que solo el tiempo y la perspectiva permiten comprender. Mónica Oltra, figura clave del cambio polÃtico en la Comunitat Valenciana durante la última década, vuelve a sonar como posible candidata a la alcaldÃa de Valencia , esta vez de la mano de Ens Uneix, el partido liderado por Jorge RodrÃguez. Lo llamativo no es solo el posible retorno, sino quién la invita y bajo qué bandera: un guiño que dice más sobre la polÃtica que mil discursos.
Mónica Oltra, como Jorge RodrÃguez, fue vÃctima -principalmente- de su propio partido. En un tiempo de juicios mediáticos y polÃtica del titular, la presunción de inocencia dejó de ser un derecho para convertirse en un lujo escaso. Esta injusticia la han sufrido decenas de polÃticos, como Francisco Camps, en este caso vÃctima de Oltra y sus camisetas, por lo que en el PP muchos piensan que Oltra ha probado su propia medicina. Bastó una acusación -no una condena- para que sus propias formaciones polÃticas les dieran la espalda. Ni siquiera esperaron a que hablara la justicia: lo hicieron antes los intereses de partido, el miedo al desgaste electoral y la presión mediática. Fue CompromÃs quien se cargó polÃticamente a Oltra.
Ambos casos comparten una raÃz común: la falta de respaldo cuando más se necesitaba. A Oltra, CompromÃs le pidió que dimitiera sin contemplaciones, cediendo a la presión en torno al caso vinculado a su exmarido y a la gestión institucional de un asunto especialmente sensible. La justicia aún no ha dictado sentencia definitiva, pero lo cierto es que el linchamiento polÃtico y mediático ya estaba hecho. A RodrÃguez, el PSPV le cerró la puerta en plena tormenta judicial por el llamado "caso AlquerÃa", del que salió absuelto. O el ejemplo de Rita Barberá, quien murió por el abandono de los suyos. En los tres casos, aunque hay muchos más, la polÃtica fue más rápida que la justicia, y la prudencia institucional fue sustituida por el cálculo electoral. La famosa lÃnea roja de la imputación que se cargaba el principio de presunción de inocencia. Gilipollas.
Ahora, con la herida algo cerrada pero la memoria intacta, Jorge RodrÃguez parece devolverle a Oltra lo que él no recibió: confianza. Y no es casual que lo haga desde Ens Uneix, el partido con el que ha logrado conservar un notable poder local en Ontinyent y la Vall d'Albaida, ha llevado a Natalia Enguix a la vicepresidencia de la Diputación de València y, junto al alcalde de Nules, David GarcÃa, han impulsado en toda España la Unión Municipalista. Lejos del partidismo que lo expulsó, RodrÃguez ha sabido reconstruir su trayectoria y mantener su liderazgo. Ese capital polÃtico, y esa experiencia personal, es lo que hoy le permite ofrecer a Oltra una plataforma desde la que pensar en volver.
Que el lÃder de Ens Uneix haya hecho ese guiño a Oltra no es solo un gesto polÃtico, sino una declaración de principios: la polÃtica no deberÃa devorar a los suyos sin juicio ni defensa. Tampoco deberÃa castigar a quien ha dedicado años al servicio público sin darle el derecho a explicarse y defenderse.
Oltra no es solo una exvicepresidenta de la Generalitat; es una figura clave del progresismo valenciano, sÃmbolo de una época de cambio, de dignidad en el discurso polÃtico, y también de la renovación institucional en Valencia. Su posición pasiva en el caso de los abusos sexuales de una menor tutelada por su ex marido, puede ser éticamente reprobable, pero de momento la justicia está de su lado. Su presencia en las fallas, su cercanÃa con el tejido social, y su capacidad comunicativa, la convierten en una candidata con una conexión genuina con la ciudadanÃa. No es casual que, en tiempos de descrédito de los grandes partidos, resurjan figuras como ella con nuevas oportunidades desde el ámbito local. ¿Sucederá lo mismo con Camps?
El gesto de Ens Uneix con Oltra puede ser leÃdo como un intento de regeneración, pero también como una reivindicación: la polÃtica necesita menos purgas partidistas y más valentÃa para defender a los suyos cuando la justicia aún no ha hablado. En ese sentido, lo que une a Oltra y RodrÃguez no es solo una experiencia compartida, sino una forma de entender que el sistema polÃtico falla cuando castiga antes de investigar, cuando expulsa antes de escuchar.
Tal vez sea pronto para saber si Oltra aceptará el ofrecimiento o si finalmente volverá a la primera lÃnea polÃtica. Pero el solo hecho de que alguien le tienda la mano -y que ese alguien sea Jorge RodrÃguez- dice mucho del momento polÃtico que vivimos. En una época de cancelaciones rápidas y lealtades frágiles, Ens Uneix parece querer recordar que no todo está perdido si hay quienes aún creen en las segundas oportunidades. Y en la polÃtica, como en la vida, a veces esas segundas oportunidades son las más necesarias.