El P. Popular, en
cumplimiento de su promesa electoral, presenta un nuevo proyecto de Ley del
Aborto. No me sorprende que la izquierda haya puesto el grito en el cielo. Pero
sí que ciertos versos sueltos del Partido Popular se hayan puesto de perfil. En
el programa del Partido Popular se prometía la modificación de la Ley del
aborto de Zapatero. Nadie, por tanto, puede extrañarse. No cabe, pues, la
incoherencia. Lo que sí nos sorprendió en el POSE fué su Ley del Aborto,
silenciada en el programa electoral.
La nueva Ley ofrece cambios
muy importantes: niega rotundamente que la mujer embarazada tenga derecho
subjetivo para abortar; que la joven menor de edad debe contar con el conocimiento
y permiso de sus padres o tutores; sólo permite el aborto en caso de violación
y cuando el feto constituya un riesgo físico o psíquico muy grave, que debe ser
certificado por dos médicos especialistas. Tendrán derecho a la vida los
aquejados por alguna discapacidad. No hay embriones de primera o de segunda.
No se puede aceptar que la discapacidad anule la condición humana al no
nacido, ello nos colocaría al mismo nivel que el nazismo alemán. Finalmente la
Ley respeta la libertad de conciencia de los médicos ante el aborto y no impone
castigo alguno a la mujer que abortare.
Estamos, pues, ante dos
opiniones diferentes respecto al aborto. Una defendida mayoritariamente por la
izquierda y otra, por la derecha. Las opiniones no son verdades, sino "presunciones
de verdad". Cada cual piensa que su opinión es la verdadera. Cualquier opinión
es baladí, si no va arropada de serias razones. Cuanto más contundente sean
las razones, más fuerza de verdad y más creíble será la opinión. Jamás una
opinión se argumenta con insultos, amenazas, burlas, trepidando la calle,
llamando fascistas, retrógrados e hipócritas… a los que no piensen igual. La
opinión tiene que ser defendida racionalmente y no histéricamente. Respetar
una opinión, aunque no la compartamos, es signo de inteligencia y civilización.
La condena del aborto la encontramos en personas de credo distinto, de
izquierdas y de derechas… No es correcto tildar la nueva ley de vergonzosa, de
ultraderechista o papista. Lamentamos muchísimo las opiniones exacerbadas de
algunos políticos.
Pienso que la vida es
inviolable, sagrada y merecedora del máximo respeto por parte de todos los
seres humanos. Expondré las razones que fortalecen y explican mi opinión. En
primer lugar, la mayoría de los médicos, gracias al avance de la genética
molecular, confirman que la vida humana está ya presente en el embrión o cigoto
de tan sólo una célula. El cigoto tiene, pues, identidad genética, su ADN. El
feto es "un ser humano vivo", no sólo un ser vivo, como dijo una Ministra. Si
dijéramos que sólo es un ser vivo, cabría preguntarse su especie o género.
¿Sería una mariposa, un perrito, un conejo…? Nadie que tenga dos dedos de
frente aceptará que el feto no sea un ser humano vivo. Cuando la hija comunica
a su madre que ha quedado en estado, los padres, los amigos y los vecinos se
alegran. Le preguntan de inmediato si es niño o niña… Jamás se les ocurre
preguntar si es un conejito, un perrito o… Los filósofos dicen que nadie da lo
que no tiene. Nunca jamás una mujer concibió un ser que no fuera humano.
En segundo lugar, y con el
fin de confirmar que la mujer es totalmente libre y tiene absoluto derecho
sobre la vida de su hijo no nacido, se grita: ¡nosotras parimos, nosotras
decidimos! ¡Mi cuerpo es mi derecho y mi cuerpo es competencia privada mía!
Creo que en ello algo tendrán que decir los maridos. Decir que la mujer puede
hacer lo que quiera con su cuerpo y, por tanto con el feto, que anida amorosamente
en su seno, no es una conclusión lógica, ya que el feto no forma parte de su
cuerpo, es diferente y distinto de su madre. Me disgustaría pensar que el
término libertad es una tapadera para ciertas vergüenzas o complicaciones de
la madre. La palabra "libertad" pierde esmalte y prestigio ante el hecho brutal
de un aborto. El aborto es un dramático conflicto o contraposición entre dos
derechos, el de la madre y el del hijo. Me pregunto: ¿Con qué derecho, en
nombre de qué bien jurídico, se pude legitimar políticamente la muerte de un
ser inocente?... Lamento que muchos, que han perdido la capacidad de reflexión
y de asombro, no se percaten que ellos existen gracias a que sus padres no
pensaron como ellos.