Escucho en estos convulsos días una noticia de esas que pareen hechas para rebajar el tono. Septiembre es el nuevo agosto, según dicen. Y es que la preferencia de la gente para viajar en vacaciones abandona cada vez más el otrora saturado mes de agosto para optar por el de septiembre, más relajado y, en principio, más barato. Aunque de eso nada, monada.
No dudo en que quienes redactan estas noticias estarán bien abastecidos de datos, pero hay algo que no se puede obviar. Las niñas, los niños, y quienes se encuentran en las diferentes fases de su educación -desde la primaria hasta los másteres de postgrado- tienen las vacaciones en agosto. Y eso significa que, si su edad no les permite viajar solos, sus padres tendrán que acoplarse a sus vacaciones estivales, y quienes ya tienen edad de vacacionar por su cuenta, lo habrán de hacer cuando los estudios se lo permitan. O sea, en uno y otro caso, en agosto. Y esto no hay moda que lo cambie mientras la actividad docente sea así.
De este modo, la noticia podría reinterpretarse. Septiembre es el nuevo agosto para quienes pueden permitírselo. Y a esto añadiría que no solo por el periodo vacacional sino por el tema económico, que no todos los bolsillos están para andar viajando, emulando a Phileas Fogg.
No obstante, si septiembre es el nuevo agosto, cabe preguntarse qué pasará con aquellos que hacían el agosto cuando tocaba, es decir, en agosto, valga la redundancia. Restaurantes, bares y discotecas, comercios y negocios varios que florecen a la sombra de lugares turísticos y que multiplican su actividad a la que realizan durante el invierno. Y eso si es que la realizan, porque los hay que abren directamente en verano.
Lo cierto es que algo se nota. En el lugar donde siempre he veraneado, cada vez hay menos de estos establecimientos de temporada. Pero también es cierto que hay menos temporada. Las mujeres, desde hace ya mucho tiempo, nos hemos incorporado, por suerte, al mundo laboral, de modo que ya acabó para siempre lo que ocurría en mi infancia: las madres -las que podían, claro- estaban en la casa de veraneo desde que acababa el colegio con las criaturas, y los padres se quedaban en la ciudad durante la semana, haciendo eso que se llamaba "de rodríguez" que tanta gracia hacía en las películas de la época y tan poca tenía en la realidad.
Y es que, sea como sea, no sé si septiembre será el nuevo agosto, pero agosto no es lo que era. Ni la vida, tampoco.