Te quiero pedir
disculpas, Pere, no escribí nada para el número especial de
"llevamos un año";
ya ves, yo hablando de política cuando había una celebración
mucho más
importante sobre la que escribir.
Quiero darte las gracias
por la confianza, por el apoyo que has depositado en mi y
darte la enhorabuena
por haberte situado en varias comarcas como un periódico de
referencia que ha
sobrevivido, diría más, ha vivido su primer año con mucho
esfuerzo y cariño.
Mucho ha transcurrido,
doce meses se dicen pronto, dos navidades. La navidad es ese
tiempo que a todos
nos entra cierta melancolía. Celebramos comidas y cenas
familiares siempre
envueltos en una lucha entre la obligada alegría a la que nos
lleva el
márketing navideño y la sobrevenida nostalgia, sobrevenida
porque, cuando la
alegría no es espontánea y sincera y se convierte en un
sentimiento obligatorio
la presión es tan grande que uno acaba por derrumbarse al ver
que no puede
sentirse de esa manera tan excepcional. Nos olvidamos del
significado religioso
de estas fechas.
María y José tuvieron a
Jesucristo. Esto es lo que dice la Biblia. Ya sé que existen
multitud de
debates en torno a esta realidad religiosa y con base, aunque
también
discutida, histórica. Qué más da si la fecha coincide o no,
qué más da si la
Iglesia la hizo coincidir con las fechas del solsticio para
quitar peso a las
festividades paganas o quizá para justamente, intentar
adaptarse al calendario
romano y causar los menos trastornos posibles.
Gracias a
Jesucristo, a su mensaje, el mundo es lo
que es. Occidente es lo que es y la navidad conlleva o al
menos conllevaba
mucho de ese mensaje de gratitud, de humildad y también de
felicidad por lo que
ya se tenía y no por lo que se iba a tener. Gracias al
consumismo se ha condicionado
la felicidad al tener y al poseer, tampoco nos podemos culpar
por ello, no es
malo sentirnos bien al recibir un regalo, aunque lo ideal es
sentirse bien al
darlo.
¿Por qué se le da demasiada
importancia al origen de la felicidad?, la navidad consiste en
estar
agradecidos por esas pequeñas cosas que hacen que, cualquier
día del año, nos
levantemos con esa sensación de calor, de esperanza y de
alegría. ¿qué más da
si parte de esa alegría la encontramos en una foto, en una
canción o en una
videoconsola o en unos pendientes?
"Hacerme sentir bien"
debería ser el objetivo de toda persona cada día y la navidad
es un buen
momento para hacer repaso de todo aquello que nos hace mirar
la vida cara a
cara y darnos fuerzas para seguir adelante.
Sentir que hay esperanza
reconforta y es en ese momento donde uno hace repaso de todo
lo que le rodea y
al rodearse, de todo eso, notar esa cálida caricia de la
felicidad que tanto
cuesta encontrarla.
Querido, amado,
respetado, agradecido…son sentimientos que en esta época,
influidos por el
cristianismo, deberíamos experimentar todos, sin necesidad de
mucho; sin
necesidad de nada más de lo que ya tenemos pero, qué diablos,
¿por qué no darse
un capricho si eso nos hace feliz? ¿Por qué criticar de forma
tan cínica el
consumismo cuando, realmente, el comprar algo para ti o para
alguien es muestra
de cariño, de respeto y de aprecio?
Salgan a la calle, disfruten, regalen, reciban regalos, den
las gracias,
quieran, amen y sonrían. Recuerden esas pequeñas cosas que dan
sentido a
nuestra vida y que constituyen la verdadera base de la
felicidad.
Se acabó el mensaje que quería
transmitir a "el periódico de aquí" y a sus lectores. Cada
punto y aparte es
una nueva historia y aún quedan muchas historias por escribir
en las líneas de
este periódico.
Feliz Navidad.