Hoy me he sentado en uno de esos asientos verdes del autobús. Esos asientos que hay reservados para personas mayores. Nunca me senté en uno de ellos, ni tan siquiera se me ocurrió. Tengo claro que no son para mà y que tendrÃa que levantarme al momento para dejarlo libre. Pero esta vez me senté en uno de los que van de espaldas. TodavÃa no sé por qué lo hice. Me sentà extraño. Me parecÃa estar sentado en una sillita para niños. Al ir de cara al resto de los ocupantes, me dio la sensación de que me juzgaban con su mirada. Un poco avergonzado, me levanté antes de llegar a mi parada y me quedé de pie mirando hacia la calle. Francamente, no me gustó la experiencia. Quizá es que pienso demasiado.
El tema de los asientos del autobús, aunque no lo crean, tiene mucha importancia. Se podrÃa decir que hay categorÃas de asientos: los de delante, los de atrás, ventanilla, pasillo y, por supuesto, los verdes. Muchas personas prefieren sentarse en solitario, en uno de esos que hay a la entrada, otros irse al fondo directamente, sin mirar, y hay quien prefiere esos que van encarados, para estirar las piernas. Por esas preferencias, algunas veces vemos que se crea una especie de pugna sutil por conseguir el asiento preferido. Esto se nota cuando uno, desde la entrada, mira hacia el interior buscando su asiento. Es mucho más evidente cuando quien sube es una mujer mayor. Ésta otea el interior con insistencia y después de ver que va completamente lleno, se rezaga con la idea de que alguien le ceda su asiento, cosa que suele suceder a menudo. Mucho más curioso es cuando, otra mujer (no sé por qué pero siempre son mujeres) se ve obligada a sentarse en uno de los asientos que van de espaldas. No bien se ha vaciado el de enfrente, se cambia a toda velocidad argumentando a los presentes que ella se marea si va mirando hacia atrás. Por cierto ¿existe algún estudio que avale la relación entre ir sentado de espaldas con el mareo?
Por mi parte les diré que yo también soy uno de esos que suben al autobús y buscan "su" asiento, que aquà no se escapa nadie. A ser posible, prefiero uno de los que van delante, y si no puede ser, me voy al final, a los que van de espaldas, con la seguridad de que iré solo todo el trayecto y sin mareos. Eso es todo. Hasta pronto. Y ya saben dónde encontrarme.