La situación de los trabajadores del 1·1·2 Comunitat Valenciana es una de esas injusticias que nos afecta a todos, aunque el interés sólo despierte cuando ocurren las desgracias.
Los gestores de llamadas han hecho público su grito de auxilio tras la última DANA, cuando las condiciones laborales precarias y la falta de recursos hicieron aún más arduo su ciclópeo trabajo.
Sin embargo, la desesperación de este colectivo no se traduce en una respuesta polÃtica contundente ni en un apoyo social. ¿Por qué se les deja luchar en solitario?
Lo mismo ocurre ante las demandas de los docentes de nuestro paÃs. La negociación de la gran reforma del profesorado ha comenzado con muy poco eco en las calles y un apoyo mÃnimo en la opinión pública.
La educación, piedra angular de cualquier sociedad que aspire a un futuro próspero, depende de los profesores.
Sin embargo, su voz se ahoga entre el murmullo de una ciudadanÃa que parece olvidar que la calidad de la enseñanza y el bienestar de los docentes son directamente proporcionales al éxito de nuestros hijos.
Entonces, ¿por qué permanecemos impasibles? Vivimos en un contexto de saturación informativa, en el que las cuestiones ajenas parecen estar demasiado lejos de nuestra realidad inmediata.
Creemos que, mientras no nos afecte directamente, los problemas de gremios como el de los profesionales del 1·1·2 o de la 'academia' no son nuestra responsabilidad. Y es un error.
Estos cuerpos no solo se mueven por mejores condiciones laborales; sino por nuestra seguridad y por el futuro de nuestras generaciones.
Puede que la falta de empatÃa se deba, en parte, a un distanciamiento entre las preocupaciones de quienes gestionan vidas y educan, y los intereses inmediatos de la población. Pero al final, todos estamos en la misma cuerda floja.
Si no nos unimos (o, al menos, escuchamos) para defender estos sectores esenciales, cuando más lo necesitemos, la cuerda se romperá.
Es momento de tomar conciencia, de involucrarnos y de exigir con contundencia el cambio.
Si sus reivindicaciones no tienen el debido impacto en los que han de cambiar las reglas del juego, que al menos lo tenga en los que nos jugamos la vida con ellas.