Toda Valencia habla del caso Feria. De lo que se nos viene encima, del escandalazo que se producirá. Por ello, y antes que estalle el tema, adelantémonos al
tempus judicial
y pongamos en situación al sufrido lector. Sin entrar en especulaciones ni maledicencias, ya que nada se sabe aún del sumario. Y de seguro que, como siempre, la realidad superará a la ficción.
La Feria se podría considerar uno de los
últimos referentes de las organizaciones cívicas y empresariales a relacionar con el
establishment
de las décadas de
gobierno popular en la Comunitat Valenciana. El máximo dirigente de Feria Valencia
Alberto Catalá
, tras 14 años al frente de la institución, presentó su dimisión a finales de 2013. Su sustituto fue
José
Vicente González, presidente de la patronal autonómica CIERVAL,
en su condición de vicepresidente primero de la institución ferial.
El abandono de Catalá no hizo más
que incidir aún más en la delicada situación de
Feria Valencia
, la cual ha ido
perdiendo fuelle y mordida en el panorama ferial nacional e internacional,
cediendo certámenes señeros y líderes a IFEMA. No ha podido contrarrestar la
política beligerante de la Feria madrileña y ha perdido una partida marcada por
la tremenda crisis económica que padecemos. Tan sólo
Cevisama
, la potente feria
del azulejo, ha resistido a todas las embestidas.
Oficialmente la dimisión respondió a
motivos estrictamente personales, pero a nadie se le escapa que el trasfondo fue
más allá. Catalá llegó de la mano de la alcaldesa
Rita Barberá
, se embarcó en
el gran proyecto de un nuevo recinto moderno y envidiable, pero costosísimo y
con déficits de gestión y explotación. A sumar a la crisis generalizada del
sector y a los repetidos recorte sde plantilla acaecidos.
Habiéndose convertido en uno de los
mayores recintos feriales de Europa, Feria Valencia no ha conseguido llegar a
ser uno de los mejores. Perder ser la referencia internacional del mercado del
mueble, perder ser la organizadora de la feria del turismo ante la competencia
desleal madrileña. Y los problemas de gestión internos, de impagos a la
plantilla ya reducida, incapacidad de generación de nuevos usos para tanta
infraestructura. Otra frustración a sumar al trágico desvelo que la sociedad valenciana viene padeciendo.