La sala de las columnas, o de contractació, de la histórica Lonja de Valencia, ha acogido la entrega de los premios Jaume I y, a la vez, ha edificado una alegoría de estos galardones. Lo primero resulta obvio, una certeza, los siete reconocidos de este año han recibido sus distinciones de manos del rey, Felipe VI. Lo segundo tiene su intríngulis, resulta más metafórico, y se halla vinculado a la dramática y ya siempre presente dana o riada.
La sala principal de la Lonja consta de 12 columnas imponentes, observables, en su centro, como los premiados y las autoridades. Y de otras tantas silueteadas, algo difuminadas aunque perceptibles, en sus laterales, como el dolor y el mensaje de la tragedia del 29 de octubre que ha salpimentado todos los discursos y ha propiciado, con su recuerdo, los más fervientes aplausos. En especial al monarca Felipe VI.
Cronológicamente el acto ha comenzado con unos leves minutos -diez- de retraso. Nada llamativo para un evento normal aunque sí transgresor para un acto tan protocolarizado como el que se ha celebrado en Valencia este viernes 14 de febrero, día de San Valentín, propicio para transmitir sensaciones amorosas que conforten de la tragedia que provocó que los premios se hayan retrasados. Estaban previstos para el 22 de noviembre de 2024, apenas tres semanas después de la masacre meteorológica.
Acontecimiento nacional
Posiblemente se trate del acontecimiento más selectivo de Valencia, el que reúne a mayor número de entidades sociales destacadas y altos cargos políticos junto al 9 d`Octubre. No obstante, este último resulta más hogareño, de andar por la autonomía, mientras que el de la entrega de los Jaume I, con la presencia del rey y la integración en los jurados de las diferentes categorías de diversos premios nobeles, adquiere un marchamo mucho más nacional e incluso internacional.
Foto de rigor entre autoridades y premiados en la contigua sala del Consolat del Mar a modo de prolegómeno del acto. Mientras, el público de dentro mira hacia atrás, en dirección a esa dependencia trasera del salón de columnas, a la espera de que aparezcan autoridades y galardonados. Y más público, ya fuera, aguarda a que concluya el acto para contemplar a sus protagonistas y, en especial, al que más destaca, tanto por su altura como por su jerarquía, el rey.
Suena el Himno Nacional de España. Todos en pie. Una voz en off empieza a citar, por su nombre, a cada uno de los siete galardonados, este año todos hombres. Una coincidencia de los siete tribunales diferentes que seleccionan, cada cual, una categoría distinta.
Los siete magniíficos
Antonio Acín (reconocido en la categoría de Investigación básica), Francisco Pérez García (Economía), Xavier Trepat (Investigación biomédica), Sergio M. Vicente (Protección del Medio Ambiente), Luis Derrano (Nuevas Tecnologías), Víctor Amarnani (Emprendedor) y Jordi Sunyer (Investigación clínica y salud pública) van apareciendo. No son ni deportistas de élite, ni cocineros de renombre ni influencers digitales.
Sus rostros pasan desapercibidos, sus nombres apenas evocan nada. En cambios sus obras, sus hechos, los han encumbrado a obtener estos prestigiosos premios.
La alcaldesa de Valencia, María José Catalá, ataviada de un vestido ribeteado con el rojo (color que comparten la bandera de España, la Real Senyera y el logo de los premios) omnipresente, abre la secuencia de discursos. Lo hace trasladando al monarca la profunda gratitud del pueblo valenciano por su "cercanía, empatía y calor en un momento complicado, con sus gestos de apoyo y muestra de liderazgo". Una ovación espontánea cierra esas palabras. Será la primera de un serial dirigido al monarca en sucesivas intervenciones.
A continuación habla el presidente de la fundación Jaume I, Vicente Boluda, en un discurso propio de alguien menos baqueteado en las intervenciones públicas y más amarrado al pragmatismo empresarial. Hace hincapié en el rango de estos premios como los mejores del territorio nacional y apela a un incremento de ayudas para afectados por la dana y a coordinación entre administraciones. Volvemos a la alegoría de las columnas difuminadas, al tema que está sin ser teóricamente el protagonista. La riada ha marcado mucho.
Llega el vídeo con los testimonios de los siete galardonados respondiendo a preguntas de rigor. Entre ellas, la de que cada cual explique exactamente a qué se dedica de manera breve y clara. Pese a que se esfuerzan, alguna de sus respuestas no acaba de comprenderse por legos -la mayoría de los asistentes- en las materias. Sobresale por su pronto dicharachero Luis Serrano, que no duda en valorar abiertamente el galardón como "impresionante por el jurado, el dinero que dan y la repercusión nacional".
Después se inicia la disertación que oficializa el fallo del jurado, con una larga retahíla de nombres de copete (en sus ámbitos) como miembros de cada tribunal y la descripción del respectivo ganador.
El discurso de Serrano
Y, acto seguido, sube al estrado, casualmente, Luis Serrano en nombre de los siete galardonados. En un discurso brillante comienza por lo que más duele y aquello que todo lo abarca (la dana, claro), alertando de la "irritabilidad de la tierra". Para, a continuación, recordar el carácter pionero de España a nivel científico, con la creación de la Casa de las Indias, en 1503, para ahondar en la investigación en ciencia.
Con criterio, apela a que de la fértil historia nacional se suele recordar a literatos o a políticos, pero poco a científicos, por lo que, ufano, subraya algunos hitos de valencianos, como el sanatorio creado por el padre Juan Gilabert Jofre, o la expedición de Balmis en 1803 reconocida como "la primera campaña de vacunación masiva de la historia".
Después de la exposición llega la reivindicación. "La ciencia no ocupa el lugar que merece en la conciencia pública española. Nuestro país se ha convertido en la novena potencia mundial en este ámbito. Llama la atención que el Gobierno no apueste por centros de prestigio más allá de Madrid o Barcelona", señala, para hacer una excepción en positivo con el programa ValER, de la Generalitat.
"La ciencia y el emprendimiento empresarial son divertidos". Esta sentencia, tan simple como chirriante, ahonda en posiblemente un pensamiento generalizado antitético al proferido por él, a que la ciencia puede resultar aburrida. O no despertar interés el escuchar las explicaciones y grandes logros de los científicos. Pese a su mérito y a la importancia de esta gala, no consigue conquistar el corazón de la audiencia como unos Goya o un Benidormfest, espectáculos más vinculados al ocio y menos al realismo científico.
Para rematar su hilvanado discurso cita a Marco Aurelio, el emperador filósofo por antonomasia, la figura clave del estoicismo y de la valoración de las cosas sencillas del día a día. "Nada tiene tanto poder para captar la mente como la capacidad de analizar todo lo que está en su observación", deja caer ante un auditorio atento.
Mazón y el monarca
Después sube al estrado el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, para demostrar que se halla en fase de revitalización tras la desolación de la dana. Y, desde luego, alude al drama del 29 de octubre. Como el resto de los ponentes, empieza precisamente por ahí.
"En la más dolorosa de sus travesías la Comunitat Valenciana ha tenido el apoyo de su majestad, con su consuelo, cariño y empatía", recalca, para recordar la figuro de uno de los fallecidos en aquella tragedia -Miguel Burdeos- y aludir al teórico tema principal de la gala. "Lo que aquí se premia es siempre y con toda seguridad magnífico", señala, para, como ya hizo con anterioridad Luis Serrano, aludir al programa ValER, de la Generalitat, que busca evitar la fuga de talento y asentar el propio, el autóctono.
Su Majestad el Rey Felipe VI ha aportado el epílogo con algún brote semántico en valenciano con el fin de mostrar más su cercanía y para dedicar un tercio de su intervención a "quienes viven el presente de los pueblos y comarcas afectados por aquellos días aciagos". No cerró ese capítulo sin lanzar un mensaje positivo, adecuado al entorno. "La Lonja encarna el espíritu del pueblo valenciano, capaz de superar los momentos más difíciles y demostrar su capacidad para rehacer su vida". Aplausos y más aplausos.
Y así, con la entonación del Himno Regional, el corrillo posterior de premiados, admiradores y curiosos alrededor de un cercano Felipe VI que no mostró prisa alguna por marcharse y con cientos de personas aguardando en el exterior para fotografiar al monarca, concluyó la gala más importante que acoge cada año la ciudad de Valencia. Cada año excepto el pasado 2024 por culpa del omnipresente hecho recordado en esta edición: la dana o riada.