Celine Song encandiló al público con su ópera prima, la aplaudida Vidas pasadas (2023). Ahora regresa al género romántico con esta película que evoca a varios éxitos de los años 90. Lo hace con unas dosis de crítica social sobre lo que hoy se busca en una pareja. No obstante, siendo esos propósitos loables y acertados, quedan demasiado camuflados por el tono rosa que recorre la cinta. Los tópicos y la apuesta por aquello que cada vez parece más excepcional, le confieren unos aires de cuento previsible, dirigido a soñadores empedernidos.
Lucy Mason trabaja en Adore, una agencia matrimonial, donde goza de bastante prestigio, pese a que no lleva mucho tiempo allí. Concierta citas esperando que sus clientes terminen casándose algún día. Durante un banquete nupcial entabla amistad con el hermano del novio, Harry Castillo. Este elegante magnate de las finanzas se siente rápidamente atraído por ella. Cumple con todas las condiciones objetivas que cualquier mujer desearía y si bien se resiste al principio, acaba accediendo a salir con él. Sin embargo, el destino quiere que se encuentre con John, su exnovio. Este actor teatral sobrevive en Nueva York con lo justo, pero los rescoldos de lo que les unió no se han apagado todavía.
El título (traducción del original) avanza sus intenciones. Lo corroboran las primeras escenas. El prólogo se remonta a la prehistoria, aunque realmente lo completa el epílogo, que reafirma las idílicas ideas de la directora y guionista coreana. Únicamente con esos dos fragmentos ya se podría abrir un amplio debate, al que también invita el resto del filme.
El relato no se limita a oponer el materialismo al amor sino que abre la perspectiva e incluye otras inclinaciones hedonistas actualmente en auge. Incluso extiende su mirada hacia la soledad involuntaria, en ocasiones merecida. Plasma esas cuestiones con una fórmula muy manida y propia del cine comercial.
En torno al triángulo que forman los tres protagonistas fluyen temas como la hipocresía, la doble moral, el culto al cuerpo y la casi irresistible capacidad de seducción del dinero. Mediado el metraje añade un caso de malos tratos que no cuaja. Se antoja forzado desde el inicio y no mejora después, antes al contrario, arrastra al conjunto.
Los últimos minutos, menos estimulantes, carecen de sorpresas. Curiosamente, las imágenes que sirven de fondo a los créditos finales completan el desenlace.
Dakota Johnson (Cincuenta sombras de Grey) demuestra que domina perfectamente este tipo de registros. No la superan unos voluntariosos Pedro Pascal y Chris Evans.