Sinarcas, un pueblo delicioso y muy limpio, en la frontera con Cuenca, es un pueblo muy bien cuidado y con sumo gusto. En lo alto de la loma donde se encarama tiene su iglesia, preciosa y restaurada. Con inteligencia, el restaurador no quiso borrar un cartelón en uno de los muros del templo fijado hace muchos años donde se lee: "Se prohive (sic) orinarse y tirar suciedad en el callejón. Multa 2 pesetas. El alcalde". La orden sigue vigente, por muy que la cartela sea una reliquia del pasado. La prohibición es lógica y la necesidad de higiene y salubridad pública más aún.
B. Bueno.