España no va bien y gran parte de la culpa la tiene
la casta política que ha hecho de la gestión de los recursos públicos su modo
de vida. Atrincherados en un mundo
de privilegios y preocupados sólo de perpetuarse en sus puestos de poder, esta
casta política recorta sin piedad los derechos de la gente más vulnerable y que
más ayuda necesita. La crisis es la excusa perfecta que los poderosos ponen
para desarrollar su agenda política, para poner en marcha las medidas que nos
conducen al mundo que ellos quieren, el mundo de la neoesclavitud, de las limosnas y del miedo. ¿Pero quién dirige los hilos de esta
casta política? La oligarquía economía que no da la cara pero que financia con
sobres a la casta política que, sumisa, cumple sus deseos de crear un mundo
mejor para unos pocos, a costa claro está, de arrasar con las ilusiones, los
sueños y los proyectos de vida de la mayoría. La economía se escapa al control
democrático y en el siglo XXI ya no debe valernos votar cada 4 años y olvidarnos
de los asuntos públicos. La
oligarquía prefiere un gobierno del PP o del Psoe antes que uno de Compromís o
de cualquier otro partido realmente progresista y de izquierdas.
Nuestra sociedad no puede soportar más paro, más
recortes ni más corrupción. Recortes encaminados a la sanidad y a la educación
mientras que las partidas destinadas a la iglesia católica o, a la defensa, por
poner algunos ejemplos, se mantienen como si fuera más importante una bomba o una escopeta que los
valores y la cultura que nos hacen libres. Aunque tal vez aquí esté el
problema. La oligarquía económica ha ordenado a la casta política crear una
sociedad en la que la gente no tenga la capacidad de reaccionar ante los abusos
de poder, y que los más pobres desposeídos de cultura, por no podérsela pagar,
callen ante la violencia que se ejerce sobre ellos.
La gente que antes deseaba que llegara el viernes
ahora está temerosa de la llegada del fin de semana. La razón la podemos
bautizar como los "viernes negros", o también, "los viernes cara al sol", que
son los días en los que el gobierno de Rajoy se reúne pare decidir con absoluta
falta de sensibilidad qué van a recortar para que la oligarquía económica les
siga dando un golpecito en la espalda con cariño. Y aún dicen los ministros, de
los dos grandes partidos, que hay brotes verdes y que se empiezan a recoger los
frutos de las políticas puestas en marcha, y no se dan cuenta de que aquí lo
único que cada día recogemos son más parados, más de seis millones. Y ahora que a la gente ya no le queda
nada, ni casa, ni dinero, ni vida, sólo les queda que patalear y hacer ruido
con la única esperanza de que cada vez más gente se sume y puedan cambiar las
cosas. Porque la historia nos demuestra que cuando muchas personas sueñan a la
vez algo consiguen cambiar la realidad. Ante la manipulación de la mayoría de
medios de comunicación que son un NO-DO puesto al servicio del régimen, ante la
criminalización de movimientos de la sociedad civil tan loables como la
Plataforma de Afectados por la Hipoteca o el movimiento 15-m, ante la
persecución de los que piensan, ante el linchamiento a los que hacen cantos de
libertad a los oprimidos, ante la estigmatización del que no tiene nada que dar
de comer a sus hijos y, sobre todo, ante la violencia que el estado hace contra
su ciudadanía, a la gente no le queda más que hacer la revolución ante los ojos
escandalizados de quienes apretando a un botón deciden que antes de quitarse
sus privilegios nosotros no merecemos tener un techo bajo el que cobijarnos. Y
lo que olvidan quienes nos gobiernan es que ahora hay alternativas políticas
más amables representadas por personas como Mónica Oltra y, sobre todo, lo que
olvidan, es que no tienen porras suficientes para frenar a un pueblo que brama porque
quiere vivir con dignidad. Y por mucho que nos persigan, olvidan, que aún
podemos alzar nuestra voz. Gracias a quienes cada día lucha
pacíficamente aun cuando las porras y el miedo les hacen acabar en un calabozo
mientras que los ladrones se van de vacaciones a Suiza.