Hay imágenes que, por repetirse tanto, acaban doliendo más. Calles anegadas, coches atrapados, comercios achicando agua, vecindario resignado… Lo vivido el pasado sábado 12 de julio no fue un episodio aislado. Fue una escena que en Sagunto -y especialmente en el Puerto- se ha vuelto demasiado habitual.
Lamentablemente, ya no se puede hablar de fenómenos puntuales. Los temporales son cada vez más frecuentes, más intensos, más imprevisibles. Lo sabemos, lo venimos viendo. Y sin embargo, seguimos igual. O peor. Porque lo que duele no es solo la falta de grandes infraestructuras, que hace años se reclaman y nunca llegan. Lo que realmente inquieta es la ausencia de previsión, la falta de mantenimiento, la sensación de que se actúa siempre tarde, cuando ya no queda más remedio.
No se trata solo de alcantarillado, de colectores o de obras millonarias. A veces, basta con escuchar a tiempo, actuar con antelación, tomarse en serio lo que está establecido. En los últimos meses hemos aprendido que la diferencia entre una anécdota y una tragedia puede estar en cómo una ciudad se prepara ante una alerta. Por eso es tan importante que los avisos de AEMET no sean solo advertencias genéricas, sino que se traduzcan en pautas claras y obligatorias que permitan saber a qué atenerse, y que obliguen a actuar a quienes deben hacerlo.
La realidad es que no hay un problema aislado, sino una falta de atención generalizada que se extiende a muchas áreas del Ayuntamiento. Lo venimos denunciando desde hace años: falta mantenimiento en los parques, en los caminos, en los edificios públicos. Falta limpieza en las calles y vigilancia en las zonas más vulnerables. Falta, sobre todo, una mirada a medio plazo, una estrategia que anticipe en lugar de improvisar.
Y mientras tanto, quienes vivimos aquà -quienes salimos a trabajar, llevamos a peques al cole o abrimos nuestros negocios- seguimos esperando. Con el temor de que cada tormenta sea la próxima mala noticia. Y con la resignación de quien ya ha dejado de esperar grandes soluciones y solo pide un mÃnimo de sensatez.
Porque no, no son solo inundaciones. Son señales de algo más profundo. De una forma de gobernar que ha olvidado que lo cotidiano también importa. Que proteger lo básico no deberÃa ser una heroicidad.