Hay personas que parecen eternas. Eso pasaba con Olivia Newton-John o, mejor dicho, con Sandy, la chica buena-mala de la pelÃcula que marcó generaciones.
Como ya tengo unos añitos, vi Grease de estreno. Fui al cine con mi madre, porque todavÃa no tenÃa edad para ir sola, aunque ya elegÃa las pelÃculas que querÃa ver. Aunque serÃa más correcto decir que la tenÃa que ver, porque nadie podÃa perderse Grease.
Me encantó. Confieso que me sigue encantando y cada vez que alguna cadena de televisión la emite, me engancho, sea la hora que sea y aunque la pille empezada. Y no soy la única.
No hay más que comprobar, en cualquier boda, verbena o fiesta que se precie, el efecto que se produce en cuanto suenan los compases de cualquiera de las canciones de esa pelÃcula, o el mix de todas ellas. Todo el mundo sale a bailar y, con más o menos gracia, emula los pasos chulescos de Travolta hablando de su chica o mostrando el fantástico coche que están tuneando. Por supuesto, llegado el momento, también lamentamos con él el abandono de Sandy y repetimos aquel ay, ay, ay como una salmodia.
Cualquiera que nos haya alguna vez aun escenario, profesional o amateur, ha sido Sandy. Pero en realidad no éramos Sandy, éramos Olivia, porque desde el dÃa que se puso aquella falda de vuelo amarilla, con su rebequita por hombros y su recatada coleta, ella se convirtió en el personaje y el personaje es ella.
Más allá de la dulce Sandy estaba la actriz, la cantante -incluso fue a Eurovisión representando a Reino Unido- y, sobre todo, la mujer, esa mujer atacada por esa enfermedad contra la que tantas mujeres siguen luchando, el cáncer de mama.
No me gusta leer que al final fue el cáncer quien venció la batalla, porque no es asÃ. Ella le ganó treinta años en vida y una eternidad después de su muerte. Ninguna enfermedad podrá arrancarla de nuestra memoria.
No sé qué pasarÃa hoy si se estrenara Grease. Pertenece a una época y a un momento y es incluso posible que no pasara el filtro de la corrección polÃtica con el que a veces llegamos hasta el ridÃculo. Esa escena donde Denny habla -miente- sobre su veraneo y su ligue con una chica dibujando con las manos en el aire las curvas de su cuerpo es machista, sin duda. Pero también lo era la época en la que estaba ambientada y aquella en que se filmó.
Y, por supuesto, hoy no colarÃan aquellos actores y actrices adultos -ella ya habÃa cumplido los treinta- como adolescentes. Pero tanto da.
Oh, Sandy. Gracias