Han pasado seis meses desde la DANA que arrasó la provincia de Valencia el 29 de octubre de 2024. Medio año después, la tierra aún guarda el rastro de la devastación, pero lo más grave es lo que sigue sin cambiar: una clase política más ocupada en señalar culpables que en evitar catástrofes. Un país donde el rédito electoral pesa más que el deber institucional.
El reciente informe -fruto del trabajo de la Universitat de València, AEMET y AVAMET- no deja lugar a dudas: los principales aportes al desbordamiento del barranco del Poyo no vinieron de su cabecera, sino de los "hermanos menores", los barrancos de Horteta y Gallego. Aportaron un volumen de agua posiblemente tres veces superior al medido, pero nadie lo supo en tiempo real: no había caudalímetros. No había monitoreo. No había previsión. Este hecho, unido a que no se hicieron las obras proyectadas en varios informes técnicos, dejan en evidencia una negligencia profunda: nuestros políticos buscan más el rédito electoral que realmente hacer un trabajo serio y concienzudo, leal hacia la tierra a la que representan.
La izquierda quiere la cabeza de Carlos Mazón, como si de haber culpables, fuera el único. La Política en mayúsculas es la que se anticipa a los problemas y destina los recursos donde son necesarios. Por lo tanto, ni PSOE, ni PP, ni Compromís, estuvieron a la altura cuando había informes técnicos que reclamaban obras en ríos y barrancos que habrían evitado la magnitud de la tragedia. No lo digo yo, lo han dicho varios catedráticos y expertos. Compromís, que es experto en camisetas y pantallas en Nueva York, es un partido absolutamente inútil en Madrid, donde ha regalado su apoyo a Pedro Sánchez sin conseguir nada destacable para los valencianos, ni siquiera las obras que su senador y después diputado, Carles Mulet, sí se preocupó por preguntar en varias ocasiones. ¿Qué presión ejerció Compromís para que el Ministerio de Transición Ecológica impulsara las obras de prevención hidráulica que podrían haber evitado este desastre? Ninguna. Ni un pulso político. Ni una exigencia firme. Ni una sola línea roja. Los valencianos necesitamos una fuerza que anteponga los intereses de los valencianos sobre la pancarta, la foto o el corte en laSexta.
Porque cuando se pudo condicionar una investidura, o negociar presupuestos, o pedir inversiones concretas para los barrancos del área metropolitana de Valencia, Compromís eligió el camino cómodo: discursos verdes para la galería, silencio cuando tocaba apretar. Y ahora, con las calles aún marcadas por el barro, se lavan las manos pidiendo dimisiones en la Generalitat, sin mirar su propia omisión en Madrid.
La responsabilidad de Mazón y su Consell también es evidente. Heredaron una planificación ineficaz y no actuaron con la urgencia requerida. Pero convertir esta tragedia en una pelea de bandos es insultante para quienes lo han perdido todo. Porque la DANA no entendía de siglas, pero sí desnudó la irresponsabilidad transversal de todos los niveles de gobierno.
La falta de caudalímetros en zonas críticas, la ausencia de modelos hidráulicos actualizados, la despreocupación por cuencas menores como Horteta o Gallego… Todo esto no es fruto del azar, sino de una dejadez sostenida. De una política que sólo reacciona cuando el agua ya ha pasado. Donde se prefiere inaugurar que prevenir. Donde se celebra más un escaño en el Congreso que una inversión en infraestructuras vitales.
Hoy, seis meses después, cabe preguntarse: ¿qué medidas se han adoptado? ¿Dónde están los nuevos sensores, los nuevos planes de evacuación, las obras estructurales? ¿Quién está trabajando para que esto no vuelva a pasar? Porque si la respuesta es nadie -o sólo titulares vacíos-, entonces la próxima DANA será una condena anunciada. Y los mismos que hoy gritan en la tribuna, callarán de nuevo cuando se trate de actuar.
El agua no tiene ideología. Pero nuestra falta de preparación, sí.
Seis meses después, por cierto, está casi todo por hacer. La barrancà dejó en evidencia a los políticos valencianos y al Gobierno de España, que desde mi humilde punto de vista es el responsable de no haber cumplido con su obligación de actuación antes de la tragedia, con las obras de mejora, y después de la tragedia, primero por su lentitud en mandar efectivos y hasta hoy por las muchísimas tareas pendientes en los municipios afectados de l'Horta Sud, tres pedanías de Valencia, La Ribera Alta, la Hoya de Buñol-Chiva, Utiel-Requena, Camp de Túria y La Serranía. Que actúe la justicia, por supuesto, pero que los políticos actúen en la reconstrucción con mayor diligencia. Llegaron tarde antes, durante y después.
Comparto lo que pedía el pasado 4 de noviembre de 2024: VÍDEO TIKTOK