Mañana se cumplirán diez años de la muerte del cineasta valenciano Luis GarcÃa Berlanga, pero si viviera en estos años convulsos de pandemia, crisis económicas y sociales, 'fake news', y broncas casi soeces a diario en el Congreso, sin duda habrÃa tenido material de sobra para seguir haciendo pelÃculas.
"Si pensamos en 'La escopeta nacional' o, notoriamente, en 'Todos a la cárcel', donde ya manejaba la corrupción, las trapisondas y los cambalaches entre polÃticos y empresarios, hoy lo tendrÃa perfecto para seguir haciendo su cine. Porque no es que su cine se parezca a la realidad, sino que la realidad imita a su cine: eso explica su vigencia".
La reflexión la comparte con Efe Manuel Hidalgo, uno de los intelectuales que más sabe de Berlanga, que más le admira y conocÃa, y que acaba de publicar un libro que actualiza otro editado en 1981 con cientos de conversaciones de él y su amigo Juan Hernández Les (fallecido el año pasado) con el cineasta.
Un detallado recorrido de la obra del genial cineasta, que bajo el tÃtulo de "El último austrohúngaro. Conversaciones con Berlanga" (Alianza Editorial) demuestra que "todo está en sus pelÃculas".
"En Berlanga está la sociedad española, la comunidad, pero también el individuo. Es un rasgo caracterÃstico de su cine; en cualquier pelÃcula suya hay uno o dos individuos que siempre están en tensión con su grupo, que pretenden algo que entra en colisión con su comunidad o con los que mandan", señala Hidalgo.
Siempre, recuerda, desde la identificación a través del humor, de la comedia y, desde luego, la sátira.
"No hemos salido de lo berlanguiano, ese es el secreto de la pervivencia de Berlanga, que da igual ver sus pelÃculas de los 50, de los 60 o de los 90, que fueron las últimas, porque nos seguimos identificando, no con lo que fuimos, sino con lo que somos", resume.
Parece mentira que ya hayan pasado diez años de su muerte porque su figura sigue viva. Hace semanas que se celebran encuentros, charlas y ceremonias en su recuerdo y este viernes aún hay tiempo de "darse un atracón" de Berlanga, porque en TCM, a partir de las seis de la tarde, se programan cuatro de sus mejores obras, y después se repetirán los viernes del mes.
Son "La vaquilla" (1985); "Patrimonio nacional" (1981); "El verdugo" (1963) y "Plácido" (1961), todas ellas escritas a medias con otro genio, Rafael Azcona, fallecido solo dos años antes que el maestro.
El nombre de Berlanga está tan ligado al cine español como el de Luis Buñuel o Pedro Almodóvar, y probablemente, él sea el único director que, sin haber salido nunca de España para trabajar, sea recordado por su insistencia en popularizar al imperio austrohúngaro: en todas sus pelÃculas, algún personaje pronunciaba esas dos palabras; un "sello de identidad", una broma como cuando Hitchcok aparecÃa de refilón en sus cintas.
Premios con su nombre, salas de cine selectas, museos, institutos de secundaria, plazas, calles y hasta bares dedicados a Luis GarcÃa Berlanga dan fe de que pocos directores, como él, han quedado tan integrados en el imaginario colectivo.
Berlanga "iba un poco de despistado", desvela Hidalgo, se las daba de hablar de broma, de ser un satÃrico, pero era "un profundo conocedor de la condición humana, de nuestras limitaciones y nuestras pasiones irrefrenables 'por las que matamos'", añade.
Y además de intelectual inconfeso, este hombre al que todo le salÃa "de las tripas" hacÃa un cine ácido, brillante, atrevido y gozoso que hoy serÃa muy difÃcil que saliera adelante, y no porque España sufra una censura como la franquista, que "le machacó" sin contemplaciones, sino que ese ente alienador que es "el mercado" no le financiarÃa sus obras.
"Al cine de Berlanga hoy se le añadirÃa la censura de la corrección polÃtica, y el cine suyo es profundamente incorrecto, de cabo a rabo. Él entendÃa todas las pasiones humanas, le daba lo mismo un pobre que un rico a la hora de criticar o satirizar sus intereses y sus trampas, y eso hoy es un problema".
"En muchos aspectos -reflexiona Hidalgo- su posición polÃtica y social o sus ideas en torno a la mujer serÃan hoy muy difÃciles de tragar".
Aún hoy, gente de lo más variado tararea sin problema la cancioncilla con la que el pueblo de Villar del RÃo se preparaba para recibir a sus salvadores en plena posguerra: "Americanos, os recibimos con alegrÃa, olé mi madre, olé mi suegra y olé mi tÃa", mientras una preciosa Lolita Sevilla agitaba banderitas con las barras y las estrellas.
De "Bienvenido, Mr. Marshall! (1953) a "ParÃs Tombuctú" (1999), Berlanga fue autor de dieciocho largometrajes y al menos la mitad de ellos, son obras maestras: "Plácido" (1961); "Calabuch" (1956); "El verdugo" (1963); "Patrimonio nacional" (1981); "Los jueves, milagro" (1957), "La escopeta nacional" (1978)...
El año que viene será el del centenario de su nacimiento (12 de junio de 1921) y los Goya celebrarán el acontecimiento en su València natal.
Luis GarcÃa Berlanga siempre lo tuvo muy claro: "Uno necesita hurgar y rascar en la sociedad y decir lo que no le gusta pero, al mismo tiempo, hacer reÃr, como exige la comedia". Esas "pequeñas historias" que le pueden pasar a cualquiera.