Hay partidos que se ganan con la raqueta, y otros que se ganan con el alma.
Lo que hizo Carlos Alcaraz en la final de Roland Garros no fue solo deporte. Fue un mensaje claro y directo para todas las personas que trabajamos con talento humano: el liderazgo no es una cuestión de comodidad, sino de convicción.
En un mundo en el que los departamentos de Recursos Humanos buscan fórmulas para retener, motivar y desarrollar a las personas, la remontada de Alcaraz es una clase magistral de lo que realmente impulsa a los equipos a dar su mejor versión. No fue solo una victoria en cinco sets; fue una metáfora perfecta de lo que significa liderar en la adversidad, crecer desde el límite y confiar en el trabajo invisible.
Y sí: también fue un recordatorio de que, aunque todos queramos el trofeo, no todos estamos dispuestos a sufrir el tercer set con una sonrisa.
1. Resiliencia real: cuando el marcador no acompaña
Estaba dos sets abajo. La final se le escapaba. Cualquier otro jugador habría aceptado su destino. Pero Carlos no. Se quedó. Peleó. Se reinventó.
En RRHH, muchas veces ponemos el foco en el talento que brilla, pero olvidamos el que sabe resistir. Y es ahí donde empieza el liderazgo: cuando todo parece en contra y aun así decides seguir luchando.
¿Cómo estamos midiendo el valor de las personas? ¿Solo por sus resultados... o también por su capacidad de remontar?
2. El compromiso que no se exige: se contagia
"No podía fallarme a mí mismo", declaró Alcaraz al terminar.
Esa frase, sencilla y poderosa, encierra uno de los mayores desafíos de cualquier equipo: el compromiso genuino.
Desde RRHH nos preguntamos constantemente cómo lograr que las personas se impliquen más, que sientan el proyecto como propio. Y la clave está ahí: cuando un profesional no actúa por obligación, sino por coherencia consigo mismo, la implicación nace sola.
¿Qué hacemos, desde nuestras organizaciones, para cultivar ese tipo de compromiso? ¿Estamos creando culturas en las que las personas no quieran defraudar... no a su jefe, sino a sí mismas?
3. Autoliderazgo: cuando no hay instrucciones, solo actitud
En muchos momentos del partido, no hubo nadie que le dijera qué hacer. Solo su voz interior. Y la escuchó. Y le hizo caso.
El autoliderazgo no se entrena solo con cursos. Se cultiva en entornos donde se permite a las personas tomar decisiones, equivocarse, aprender y mejorar. Donde no hay miedo al fallo, sino hambre de evolución.
En RRHH deberíamos preguntarnos:
¿Estamos preparando a nuestros equipos para ejecutar... o para liderar, incluso cuando el guion se rompe?
4. El entrenamiento invisible: el que nadie ve, pero todos notan
La victoria de Alcaraz fue el resultado de miles de horas de sacrificio no televisado. Horas de preparación mental, física, técnica.
Como sucede en cualquier empresa: lo que vemos en un informe, una presentación o una venta no es más que la punta del iceberg.
¿Estamos reconociendo el trabajo invisible en nuestras organizaciones? ¿Valoramos de verdad la preparación silenciosa, los ensayos, la autogestión y el esfuerzo que no siempre brilla en un PowerPoint?
5. El equipo que sostiene, aunque no esté en la pista
Detrás de cada victoria individual, hay un equipo que acompaña. Que no juega el punto, pero lo hace posible.
RRHH tiene esa función estratégica: ser el coach que nadie ve, pero que todos sienten. Anticiparse, sostener, facilitar, guiar.
¿Estamos actuando como un soporte real al talento o simplemente como un área de gestión administrativa?
6. Gestión emocional: el nuevo motor del alto rendimiento
Hubo momentos de lágrimas, de gritos, de sonrisas y hasta de calambres. Todo eso forma parte de lo humano. Y Carlos no lo ocultó. Lo usó a su favor.
En las empresas seguimos teniendo miedo de mostrar emociones. De hablar de salud mental. De aceptar la vulnerabilidad como parte del proceso. Pero cada vez más, entendemos que la gestión emocional no es blanda. Es estratégica. Es clave.
¿Estamos formando líderes capaces de sostener emociones, propias y ajenas? ¿O seguimos creyendo que liderar es mantenerse frío mientras todo arde?
Todos queremos tener a un "Alcaraz" en nuestra organización. Pero pocos están dispuestos a identificar, acompañar y confiar en él cuando está perdiendo 2 sets a 0.
Desde los Recursos Humanos, necesitamos cambiar la mirada. No buscar solo el talento que rinde, sino el que lucha, se levanta y mejora. Porque ese es el que construye cultura, inspira a otros y convierte lo ordinario en extraordinario.
Y si nos preguntan cómo se define el liderazgo hoy, después de lo vivido en Roland Garros, tal vez podamos responder:
"Es aquello que se activa cuando no te queda nada... salvo la certeza de que tú puedes."