La pasada semana tenÃa lugar en Valencia un acto muy especial. Un acto que tiene lugar todos los años, y que siempre es especial, pero este año era para mà más que especial. EspecialÃsimo.
Y es que, en este mes de diciembre tras el aplazamiento forzoso por la DANA, el Ayuntamiento de Valencia realizaba un homenaje tan entrañable como merecido, el homenaje a las personas que este año han cumplido cien años. Cien, nada más y nada menos. Y entre esas personas estaba mi madre. Mi queridÃsima y admiradÃsima madre.
Llegó el dÃa y la hora, y ahà estaban, arregladas a punto de once, esas treinta y cuatro personas, veinticuatro mujeres y diez hombres, que no en balde las féminas siempre hemos sido más resistentes. Aclaro, como hicieron la autoridades pertinentes -la alcaldesa, el concejal de mayores y otros concejales que nos acompañaron- que habÃa más personas censadas en nuestra ciudad que habÃan llegado al centenar, pero parece ser que solo estaban en condiciones de venir treinta y cuatro de ellas. Treinta y cuatro campeones de la vida, que lucÃan la mejor de sus sonrisas al verse agasajados de esa manera.
Pero no eran las únicas sonrisas en la preciosa sala del no menos precioso Palacio de la Exposición. Allà estábamos todos sus familiares con un orgullo y una emoción que no nos cabÃa en el cuerpo. Y no era para menos.
Mientras esperaba a que la alcaldesa se acercara mi madre, como se acercó a cada una y cada uno de los centenarios, pensé en que, por una vez, se habÃan invertido los papeles. Después de toda una vida en que mi madre me ha acompañado a todos los fregados en los que me he metido, que me ha aplaudido en las funciones del colegio, en las infinitas galas de fin de curso de ballet, en graduaciones, en presentaciones de libros, en algún que otro premio y en cualquier otra cosa que surgiera, era ella la protagonista y yo quien aplaudÃa. Y era, en definitiva, a mà a quien le caÃa la baba de orgullo y de alegrÃa.
Y es que cien años son muchos años, y muy intensos para esa generación que tanto han pasado. Han vivido con tres reyes, una república y una larguÃsima dictadura. Han sobrevivido a una guerra, a una posguerra, a un golpe de Estado fallido, y a una pandemia, que se llevó a tantos de su misma edad. Y a una riada, y a otra, y a lapantanà de Tous y a labarrancà de ahora, a innumerables episodios de lluvias torrenciales, de gota frÃa y dedana, que no son sino los mismos perros con distintos collares. Y ahà siguen, dándonos lecciones a poco que sepamos escucharlas. Por mucho tiempo.