Hoy me ha sorprendido gratamente una imagen que hacÃa mucho que no percibÃa, he visto en vivo y en directo como una madre amamantaba a su bebé cobijado este en sus mullidos brazos. Algo tan habitual desde que el mundo es mundo se ha tornado sorprendente a la vez que chocante. O al menos a mà me lo ha parecido.
Yo pensaba para mis adentros que ese acto de amor ya se realizaba vÃa e-mail o wassap, debido a las tecnologÃas tan avanzadas en las que nos vemos envuelto, y de las que no se salva nadie. Asà como ahora los besos, abrazos, caricias, achuchones, gozos etc. son virtuales creÃa ignorante de mÃ, que habÃan inventado algún mecanismo endiablado (véase móvil), a través del cual el bebé solo tendrÃa que pegar sus morritos a la pantalla y lamer, saliendo de la misma un chorrito de leche virtual con el que saciar su hambre.
Tal vez me haya vuelto más sensible que antaño, o quizás más observadora en mi lucha por encontrar recuerdos, también puede ser que durante los años que permanecà dormida se me escapasen muchas neuronas de mi cabeza, quedándose conmigo aquellas nostálgicas, sensibles, detallistas.
Antes era muy habitual sacarnos el pecho para alimentar a nuestros hijos sin escondernos, ahora por el contrario parece que estés pecando, por contra está de moda hacerlo para darle gusto al cuerpo por todas las vÃas posibles alimentando, y saciando otra sed, la festiva.
Otra imagen que no se borra de mi cabeza, es la de un señor mayor con dificultades para caminar ayudando a su mascota a subir al coche, sentándolo de copiloto y poniéndole el cinturón de seguridad. Todas estas cosas que pasan desapercibidas por la mayorÃa de los mortales a mà me llegan al alma.
Momentos únicos como el saludo cariñosÃsimo de una persona deficiente que te reconoce por la calle, y te dice con toda la alegrÃa que puede expresar: ¨Hola Amparo, ¿Cómo estás?" y a mà me llena el corazón alegrándome el dÃa.
Ahora las miradas lo dicen todo, pero yo no me conformo con eso, yo quiero abrazos, los necesito. Me he quedado con las ganas de coger y mecer ese bebé, sólo me he limitado a contemplar esa escena y de lejos, me he quedado con las ganas de abrazar a mi amiguita y darle un gran beso por ser un ángel y demostrarme con ese "Hola, Amparo" que no se ha olvidado de mÃ, queriéndome como siempre.
Aunque cada dÃa me reinvento intentando ser fuerte, hay momentos que la nostalgia me puede, que va mermando mi espÃritu de lucha. El culpable es un "puto bicho" que no volarÃa si no fuera porque hay muchos malnacidos que le dan alas para cortármelas a mÃ, y al resto del mundo.
Ya vamos para seis meses de angustia y lo que nos queda. Yo no quiero codazos, quiero apretones, no quiero besos virtuales, quiero morreos reales, no quiero miradas cómplices, quiero decirte al oÃdo que te quiero y gritar a los cuatro vientos que soy libre, pero sin bozal. Y eso sólo depende de ti.