¿Cómo hemos cambiado?
Nuestro negocio nació en 1918, así
que somos la cuarta generación de carniceros que ha trabajado siempre en El
Perelló. Seguimos conservando la chispa de querer aprender cada día más. El
negocio ha cambiado mucho. No tiene nada que ver cómo se vendía antes y ahora.
Antes, el carnicero se levantaba de madrugada, mataba al animal y abría la
carnicería hasta que acababa de vender. Antiguamente, las casas tenían corrales
donde vivían los animales. Luego vinieron las normas sanitarias y los mataderos
y eso que hasta hace cinco años, criábamos nosotros los corderos.
Estamos en la jungla y debes
diferenciarte. Hay muchísima competencia y se debe ser realistas y ver que es
un negocio que va a la baja, primero porque no hay generaciones que nos sigan
porque es un trabajo duro y luego, por las modas. Ahora entra lo vegano y lo
vegetariano, con la corriente de que comer carne produce cáncer pero esto
pasará como sucedió en su día con el aceite de oliva. Entonces, debemos encajar
el negocio para no perderlo.
¿Cuál es la carne estrella?
Se vende de todo pero la gente
pide más la comida elaborada. Lo que es un filete está superado por las
hamburguesas, la carne picada para la pasta, los nuggets de pollo… Es verdad
que entre la clientela de treinta y tantos a 50 se puede comprar entrecotte
para un fin de semana pero representa una minoría.
El cordero ha bajado mucho y
prácticamente no se consume nada. Aparecen, por ejemplo, el secreto, el
churrasco… porque la globalización llega a todo y la hostelería y la tele
marcan mucho en las carnicerías. Y luego hay sinergias porque hay días que la
gente compra lo mismo.
Hacemos todo tipo de hamburguesas
con más de 100 sabores diferentes: conejo, cordero, salsa de ostras con
ternera, pesto con queso de cabra, vino, cerveza, cava… El alcohol, siempre
reducido, hace más jugosa la carne. No podemos hacer todas siempre pero cuando
estás inspirada, dices: ¡Hoy voy a liarla!
¿Cómo se acierta con los sabores?
Vas mezclando y probando. Hoy por
ejemplo he preparado un montadito con una especie de hoja japonesa rellena de
secreto ibérico, lo he rebozado con pan rallado japonés y he hecho una espuma
de leche de coco con curry. En la mezcla de sabores entra mucho la
sensibilidad. Un cocinero es como un pintor, pero con sabores, y todos los días
no estás para cocinar siempre lo mismo. Hay momentos en que el cuerpo te pide
hacer cosas nuevas. No se trata de un tope de ingredientes sino de que estén
acompasados para que cada uno no vaya por su parte.
Hemos importado el modelo
anglosajón de comida envasada y, sin embargo, sigue dándonos vergüenza comer
por la calle.
La tendencia arrancó hace unos 7
años. Los grandes marcaron las tendencias y la gente empezó a comprarla ya en
el mercado y no sólo en los sitios especializados de comida para llevar. El
arroz al horno es un clásico. Y la pasta, en todas las variedades. Yo me niego
a hacer paella porque hay muchos sitios que las preparan riquísimas. Prefiero
berenjenas o calabacines, autóctonos de El Perelló, rellenos de secreto ibérico
y que la gente no está acostumbrada a hacérselo en casa.
Me ha desconcertado que el arroz
al horno lo compren las señoras mayores que son las que mejor lo preparan pero
no se lo cocinan ya sólo para ellas. Meterte en la cocina requiere tiempo y al
final se busca la comodidad.
Comer por la calle
Nos gusta comer en la calle pero
no por la calle y por eso intentamos unir al concepto de comida para llevar
pero para comerla en casa. La tendencia va a más y se perderá la vergüenza de
comer por la calle aunque los ayuntamientos no nos dejan que vendamos comida
como en Nueva York pero lo veremos.
¿Comemos por la vista?
Claramente. Luego por el olfato y
curiosamente, el sentido más importante, que es el gusto, es el último. Con la
comida para llevar hay un problema y es que no puedes manejarla en caliente
porque la debes dejar enfriar y cuando haces por ejemplo una carrillada de
cerdo o un solomillo, recién hecho está precioso pero al enfriarlo, se hace una
gelatina y la vista echa para atrás y por eso no se vende.
Han ampliado negocio con la
barra del Merkat Food. ¿Qué tapas nos gustan más y cuáles menos?
La croqueta parece que esté de
moda con infinidad de sabores: bogavante, espinacas, pollo de corral o las
clásicas de boletus o jamón. A mí me gusta el rebozado clásico frente al crunch
que sí lo empleo pero sólo para los nuggets. Si no, la croqueta pierde la
esencia. Otra cosa es que quiera hacer una croqueta rara pero si no, mejor el rebozado
clásico. La croqueta tiene el crujiente y el meloso y es complicada de hacer
porque el proceso es largo, atinando la cantidad de harina, leche, grasa… Necesitas
enfriarla, rebozarla y volverla a enfriar para freírla bien. Por la
incomodiiidad de hacerla en casa, va al alza.
La ensaladilla rusa va a la baja.
¿Qué diferencia a la carne de
corral?
Depende dónde esté el corral
porque hay pollos que se venden como ecológicos y no lo son. Todos queremos
todo ecológico pero cuesta dinero con cereales naturales, un espacio abierto en
la granja… el animal cuanto más rápido crezca y cuanto más pienso le den… ya se
sabe. Pero cuando está en libertad, el ciclo de crecimiento es de 3 meses y no
de un mes y eso es caro.
¿El Ayuntamiento de Valencia
pone trabas para venir a El Perelló?
Es una carretera lenta pero
tenemos que acostumbrarnos. Antes tardabas 25 minutos y ahora, 40. La batalla
no está perdida porque existen alternativas como un tranvía. Es una carretera
muy bonita y si quieres descongestionar, no se puede cortar con un cuchillo
sino que debemos ofrecer soluciones. Los primeros que cuidamos el paraje natural
somos los que vivimos aquí pero hay que comer con un punto de equilibrio y no
funcionar de forma radical. Hay veces que lo que pensamos los de abajo no
coincide con los de arriba. En L'Horta Nord tienen mejores comunicaciones y
aquí es como si la Albufera fuera un parapeto.
El vino y la cerveza están ahí
ahí.
¿Resulta muy difícil mantener
un negocio?
Mucho y en una zona de costa, es
hacer encaje de bolillos porque necesitas personal e infraestructura para dos
meses y después te sobra todo. Nosotros tenemos una venta diferente entre
semana y fin de semana pero luego, además, cambia estacionalmente. La gente
quiere trabajar todo el año y no podemos mantenerlo. Tú tienes que vender en
dos meses lo que otros a lo largo de todo el año. En un barrio de Valencia
tienes siempre la misma clientela pero aquí la hay de todo tipo y has de
agradar a todos. Y después, si ya nos metemos en normativas y legislaciones…
hay días que pasas más tiempo de papeleo que produciendo y eso es un lastre que
no te deja avanzar. A las empresas pequeñas nos cuesta cada día más y en España
cada vez hay menos carniceros y lo entiendo porque te invitan a jubilarte.
Nuestros padres reconocen que ellos no podrían trabajar hoy en día, primero
porque no tenían nuestra formación. Ahora es lo que el cliente quiere.
¿Navidad sigue siendo una
estrella?
Es donde se aprecia claramente el
cambio porque antes se cocinaba en casa y hoy en día, más del 70% se compra
elaborado. Incluso las señoras mayores lo encargan hechco porque no quieren
cocinar. Ya desde octubre se empieza a pensar en los encargos.