La semana pasada se celebraba, como ocurre desde hace vatios años, el dÃa mundial del beso. Quizás uno de tantos dÃas temáticos que se amontonan sin demasiado sentido hasta llenar el calendario, o tal vez algo más.
Hay muchos tipos de besos, reales o fingidos, de compromiso o sinceros, superficiales o apasionados y, cómo no, permitidos y prohibidos. Y es a estos a los que querÃa referirme.
No hace tanto tiempo, besarse en la calle se consideraba escándalo público y podÃa dar lugar a represalias legales, además de una reprimenda de quien descubriera tamaña ofensa a la moralidad pública. Si, además, el beso era entre personas de mismo sexo, era un delito severamente castigado, como sigue siendo, por desgracia, en algunos paÃses.
Hoy, por suerte, hemos superado aquellas cosas y en nuestra tierra la gente se puede besar tanto como quiera. Eso sÃ, siempre que haya consentimiento por ambas partes, que antes y ahora la conducta de forzar a alguien a besar a quien no quiere está castigada por le ley.
No sé si por pura casualidad o coincidiendo con el dÃa de marras, salÃa a la luz el vÃdeo del Dalai Lama dando un beso cuanto menos dudoso a un menor de edad. Un vÃdeo que no sé exactamente a qué responde, pero me produce rechazo a primera vista. Y compruebo que no soy la única.
Y es que un beso puede ser algo maravilloso, pero también puede ser algo repugnante. Pocas conductas son susceptibles de recorrer tan amplio espectro como el beso, dependiendo de los sujetos, las circunstancias y, por supuesto, la intención. Atrás quedaron los tiempos en robar un beso se consideraba un acto romántico merecedor de aplausos y suspiros.
Aunque también he de reconocer que cuando me hablan de besos, hay otra imagen que se me viene a la cabeza y me provoca una sonrisa: la de Mafalda protestando por los apretados besos de la tÃa Paca. Porque todo el mundo ha tenido una tÃa Paca en su vida.
Hay besos, sin embargo, que se añoran. Los de las personas que ya no tenemos aquà para dárnoslos, y los que deseamos y nunca recibimos. Por eso no hay que privarse, cuando se puede, de esta muestra de cariño. Que no tengamos que arrepentirnos de lo que pudimos hacer y no hicimos.
Asà que, como no podÃa ser de otro modo, despido estas lÃneas de hoy con muchos besos, aunque sean virtuales. No dejaré para mañana lo que puedo hacer hoy.