Conforme avanza esta maldita crisis que está ahogando a nuestro paÃs, a nadie se le escapa la idea de la perceptible connivencia o contubernio que se sigue cociendo entre los poderes del Estado y el poder financiero español, para seguir manipulando el Estado a su antojo.
Se me encoge el alma cuando veo que la mayorÃa de la prensa extranjera desde el New York Times, hasta los diarios europeos más importantes, no reparan ya a estas alturas en airear las miserias polÃticas y económicas de España. Hasta tal punto, de que algunos medios de comunicación llegan a tildar a nuestro sistema como esa alianza entre la oligarquÃa de los partidos, la oligarquÃa económica y los organismos de control a su servicio. Sistema que nos viene machacando con su constante y latente corrupción, y la imposición de un nepotismo de Estado.
A la vista de tal panorama, no serÃa aventurado pensar en una necesaria refundación del Estado, a través de una urgente reforma constitucional que nos otorgara más solvencia y credibilidad. Es inaceptable seguir con este modelo territorial de despilfarro, corrupción y descontrol, donde las autonomÃas, las diputaciones y los ayuntamientos consumieron ellos solos 234.000 millones frente a los 118.000 del Estado en 2011.
Los españoles no podemos seguir mirando hacia otro lado, mientras con nuestros impuestos se están financiando 17 autonomÃas con sus respectivos organismos administrativos multiplicados por 17. Con más de 30.000 coches oficiales. Con 4.000 empresas publicas creadas por los respectivos partidos en el poder, para asà poder enchufar a su clientela polÃtica, allegados ideológicos y sus respectivos familiares, etc. En definitiva, unos 120.000 millones equivalentes al 11,4% del PIB, se despilfarran anualmente en un sistema de nepotismo, corrupción y falta de transparencia, que no hace sino minar y destrozar la moral, el talento, creatividad y expectativas de nuestros jóvenes, forzados a emigrar. Y mientras tanto, el Gobierno continua deshojando margaritas pensando en el llamado rescate europeo. Pero eso sÃ, gastando el doble de lo que ingresa: en el primer semestre se ingresaron 52.000 millones y se gastaron 101.000.
Según el ministro de Guindos, el Estado inyectará 52.000 millones de dinero público (FROB) a la banca privada, para según él facilitar el crédito. Y según yo, para que asà de paso los bancos sigan especulando y haciendo negocio con el dinero de nuestros impuestos. Con este tipo de propuestas no tenemos más remedio que pensar que la connivencia y "mamoneo" secular entre las oligarquÃas polÃticas y financieras siguen fieles a sus pactos secretos. Ahà tenemos la muestra de que la mayorÃa de los polÃticos una vez se retiran de la vida pública, los "pobrecitos" siempre encuentran un "retiro de oro" en los consejos de administración de los bancos o grandes empresas.
Al respecto diremos que son ya muchas las voces autorizadas que apuestan por la creación de un banco público con la garantÃa del Estado. Aprovechando, por ejemplo, la infraestructura de oficinas y medios materiales de la nacionalizada Bankia y demás cajas de ahorros. Todo ello, siguiendo en parte el acertado modelo de Islandia. No tiene sentido que sigamos inyectándole el dinero público de nuestros impuestos a esa oligarquÃa económica y financiera de siempre, cuando con esos 52.000 millones del (FROP), más los 35.000 empleados ya en las nacionalizaciones, se podrÃa crear ese banco público que facilitara el acceso directo al crédito de las familias y pequeña y mediana empresa.
Finalmente, apuntar que en vez de meter la tijera del recorte en los sectores más débiles y necesarios como son la Educación, Sanidad, Pensionistas, Dependencia, Investigación etc, el Gobierno deberÃa de plantearse proponer cuanto antes al resto de los partidos, una seria refundación del Estado, con la eliminación de organismos inútiles como Diputaciones, Senado y algún que otro millar de empresas públicas, asà como una urgente y necesaria reinvención de la economÃa y tejido productivo de nuestro paÃs, basado fundamente durante muchos años en la delictiva especulación y el ladrillo.