La sabidurÃa popular utiliza expresiones como "de higos a brevas" o "de Pascuas a Ramos" para referirse al paso del tiempo. Las fiestas religiosas o los productos agrÃcolas de cada época eran hitos suficientemente importantes para ello, y hoy todavÃa seguimos utilizándolos.
Pero en Valencia somos especiales. Cada año, nos encontramos con un perÃodo de tiempo absolutamente elástico, el que media entre Fallas y Pascuas. Que tan pronto puede comprender un mes entero, como unos dÃas, e incluso solaparse. Este año la Semana Santa nos ha caÃdo inmediatamente a continuación de la de San José. Cuando apenas nos habÃamos desprendido del cansancio y la resaca fallera, tocaba prepararse para las Pascuas. Y eso que aquà también somos peculiares a la hora de celebrarlas y las vacaciones escolares, que determinan la vida de gran parte de la gente, se centran más en la semana siguiente que en propia Semana Santa.
Asà que, como si estuviéramos participando en un Juego de la Oca imaginario, vayamos de Fallas a Pascua, de oca a oca, y tiro porque me toca. Es el momento de decidir entre irse o quedarse, entre playa o procesiones, entre calle o sofá. O de tratar de combinarlo todo de la mejor manera posible, meteorologÃa mediante. Porque ya sabemos que, aunque aún no sea el mes de abril, en esto tampoco falla en refranero, con los de las aguas mil que siempre amenazan el disfrute de las fiestas.
En cualquier caso, y como me sucede cada vez que se acercan estos dÃas, siempre le dejo un hueco a la nostalgia. O a los recuerdos, para ser exacta. Me acuerdo de aquellas vacaciones de Pascua de mi infancia, entre el franquismo tardÃo y el post franquismo, en las que los cines y los teatros cerraban y la única tele solo emitÃa pelÃculas religiosas que ya nos sabÃamos de memoria. No habÃa Pascuas sinQuo Vadis, La historia más grande jamás contada, La túnica SagradaoEl evangelio según San Mateo,por citar algunas. Algo que entonces vivÃa como algo tan normal como hoy me parece inconcebible. Y tampoco habÃa Semana Santa sin potaje ni torrijas, que no se podÃa comer carne hasta el dÃa de Resurrección.
Pero no todo era negativo. TodavÃa sonrÃo cuando recuerdo aquellas excursiones en bicicleta para comernos la mona de Pascua, o las tardes pasadasempinando el catxirulo, o sea, haciendo volar las cometas. Incluso recuerdo haberlas fabricado personalmente y tener una alegrÃa enorme si aquella cometa casera conseguÃa volar, aunque fuera un minuto.
Asà que allá vamos. Aprovechemos estas minivacaciones para hacer lo que más nos guste. Si es que podemos
Felices Pascuas