Habla más quien tiene que callar. No salgo de mi asombro desde que leà a un "experto" de la Fundación Instituto de Agricultura Ecológica y Sostenible, José Moratal, asegurando en una jornada de la Universitat de València que el uso de herbicidas convirtió los campos en "una máquina de hacer daño a los pueblos de más abajo" en la DANA. Es difÃcil meter tanta irresponsabilidad y demagogia en tantas pocas palabras. Y a continuación explicaré por qué.
Las personas que conocemos la realidad del territorio sabemos que la mayor parte del agua que va a los barrancos y cauces es la que llueve en las montañas. Estas pueden estar quemadas o no, en cuyo caso agrava la velocidad y virulencia de las riadas. Muchas están efectivamente quemadas porque, por culpa de las denuncias y las presiones de los ecologistas radicales ante la Administración, la superficie forestal no se limpia, al contrario de lo que argumenta el Colegio de Ingenieros Forestales, que aboga por una mayor gestión de la vegetación para evitar los grandes incendios que nos asolan cada verano.
En cuanto a la superficie agrÃcola de las partes altas, es una barbaridad apuntar a los herbicidas, entre otras cosas por los dos supuestos siguientes: Dentro de la PolÃtica AgrÃcola Común (PAC) hay un ecorregÃmen de cubiertas vegetales (sembradas o espontáneas) o cubiertas inertes de restos de poda que obliga a los agricultores que se acogen a esta medida a disponer de cubierta vegetal durante todo el año. Y en los campos que no la tenÃan, más que por haber usado herbicidas que tienen un alto coste, la mayorÃa de los agricultores trabajan las tierras, sobre todo en el secano, que es el caracterÃstico de zonas arriba, para favorecer una mayor capacidad de retención del agua de lluvia. Por no hablar de la prohibición general de emplear herbicidas y otros fitosanitarios a menos de cinco metros de cauces.
Pero no acaba ahà la irresponsabilidad. También es culpa de los ecologistas radicales que los cauces no estuvieran suficientemente limpios cuando irrumpió la DANA. Toda la vegetación salvaje e incontrolada que habÃa dentro de los barrancos y rÃos (cañas, pinos, de todo) fue arrastrada aguas abajo de tal forma que, cuando taponó e incluso rompió puentes y otras infraestructuras, provocó olas y desbordamientos que causaron una tragedia humana, económica y medioambiental.
En este mismo sentido, es culpa suya de que no estuvieran hechas las infraestructuras hidráulicas que los ingenieros habÃan previsto. Más aún con la dichosa Ley de la Huerta, que lo único que ha conseguido es arruinar más a los agricultores para intentar mantener un paisaje donde puedan pasear los urbanitas, pero que impidió levantar infraestructuras de retención de agua e interconexión de cauces que, además de minimizar las riadas, a la vez nos servirÃan para afrontar futuras sequÃas, tal como defiende el comisario de Agricultura Christophe Hansen. Si lo sabe uno de Luxemburgo, ¡cómo hay aquà gente que no! O sà que lo saben y para esconder su responsabilidad apuntan a otros colectivos. También habÃa -y hay- un trabajo pendiente en arreglar los cauces y reajustar la capacidad hÃdrica a lo largo de los tramos, sobre todo al atravesar núcleos de población, a las necesidades reales.
En fin, los ecologistas radicales, que tienen la culpa de que las montañas estén tan quemadas, los cauces tan atestados de vegetación y las infraestructuras hidráulicas necesarias por hacer, después de la DANA aún tienen la desfachatez de acusar a los agricultores de "máquina de hacer daño" por los herbicidas. Si son incapaces de reconocer sus errores cuando las consecuencias han resultado tan evidentes -y dramáticas-, al menos que los polÃticos que hasta ahora les hacÃan caso sà rectifiquen y se pongan a trabajar junto a los ingenieros para que esto no vuelva a ocurrir. Como ya he dicho varias veces respecto a los efectos de la DANA, el ecologismo radical mata, sÃ, y mata de verdad.