Cuando a una persona valenciana, especialmente si es fallera, le preguntas en qué piensa cuando se habla de "la llamada", estoy segura de que no tendrá dudas. Con ese término evocará el momento en que el alcalde o la alcaldesa según los casos, telefonea a una de las candidatas a fallera mayor de Valencia -y otro tanto con la fallera mayor infantil- para comunicarle que ha sido la elegida. Un momento que, aunque no he vivido nunca de cerca, estoy segura de que debe ser inolvidable.
Y es que el teléfono era el medio por antonomasia para comunicar noticias que requerían instantaneidad, por más que ahora haya quedado obsoleto, y esa llamada sea más bien una tradición. Hoy en día podría decirse por cualquier tipo de mensajería, por redes sociales o seguro que de muchas maneras que yo no conozco. Y, por supuesto, si hay llamada ya no se haría de un teléfono fijo, como antaño, sino desde un móvil.
No obstante, hay que recordar momentos de nuestras vidas en que una llamada lo ha cambiado todo. En mi caso, recuerdo con especial emoción la llamada por la que un amigo que esteba en Madrid me comunicaba que había aprobado la oposición. Y, en el lado opuesto del espectro, la llamada por la que instaban a ir corriendo junto a mi madre porque se estaba muriendo.
Por supuesto, se trata solo de dos ejemplos, pero seguro que cualquier persona tiene en el baúl de los recuerdos sus momentos sus llamadas especiales. Habrá para quien sea aquella en que le comunican que va a ser madre, que ha superado cualquier prueba, que le conceden un premio o le dan un nombramiento o que ha logrado el trabajo de sus sueños. Y también habrá quien recuerde con dolor el momento en el que le decían que un ser querido había sufrido un accidente, el que le comunicaran un fallecimiento, o aquellas que confirmaran que el examen trabajo soñado no se había conseguido.
Ahora hay muchos más medios de saber las cosas, pero la llamada directa sigue estando ahí, como anuncio de que algo importante ha pasado. Sea al teléfono fijo, como antes, o al móvil. Y es que para las cosas que realmente tienen trascendencia no hay nada como una voz humana para transmitirlas, y eso no hay tecnología que lo supere.
Ojalá sigamos teniendo muchas llamadas. Y que sean de las que traen buenas noticias, desde luego. Ojalá haya pocas o ninguna de las otras, pero si las hay, que haya siempre un ser humano al otro lado de la línea.
SUSANA GISBERT
Fiscal y escritora (@gisb_sus)