Ayer
me llegó volando, mientras paseaba, una hoja de papel de periódico.
No tengo ni idea de lo que decÃa porque, mientras volaba, lo hacÃa
mi imaginación en forma de nostalgia. Por una vez, la forma sobre el
fondo.
Cuando
yo era niña mi padre era suscriptor de, al menos dos periódicos de
los de mayor tirada en mi ciudad. Eran otros tiempos, cuando la
tecnologÃa no habÃa irrumpido en nuestras vidas y los teléfonos
pertenecÃan a una casa y no a una persona, cable mediante. Y eso
allá donde llegaban, porque todos mis veranos hasta bien entrada la
adolescencia transcurrieron entre colas en la cabina de teléfonos si
tenÃamos algo verdaderamente importante que comunicar.
La
forma de los periódicos de papel no ha variado demasiado, aunque sÃ
lo ha hecho la cantidad. Y su utilidad se extendÃa mucho más allá
del momento en que se leÃan.
Seguro
que todavÃa hay mucha gente que, como yo, recuerda haber caminado
sobre hojas de papel de periódico extendidas para evitar pisar el
suelo recién fregado. Hoy serÃa impensable. No porque puedan
pisarse impunemente los suelos recién fregados, sino porque su
escasez y la carestÃa del papel harÃan peor el remedio que la
enfermedad.
Por
aquel entonces una amiga mi madre reformó su casa colocando en el
suelo lo que parecÃa el colmo de la sofisticación, parquet. Pero,
como temÃa que las pisadas lo estropearan, lo cubrió con alfombras
que, dada su afición a epatar al personal, eran carÃsimas alfombras
turcas. Por supuesto, una vez puestas, también temió que las
pisadas las estropearan, asà que cada dÃa las cubrÃa con papel de
periódico. De modo que su casa, que habÃa pretendido que fuera el
no va más, acababa teniendo el mismo aspecto que el patio del
edificio cuando la portera acababa de fregarlo. Una verdadera
paradoja.
Tampoco
esa era su única utilidad. HabÃa quien envolvÃa el bocadillo con
él y, en ocasiones servÃa para distinguir –y discriminar, sin
darnos cuenta- entre niños cuyos padres podÃan permitirse envolver
el almuerzo en resplandeciente papel de aluminio –al que llamábamos
"papel de plata" y también servÃa para hacer el rÃo del Belén-
y quienes los protegÃan con modesto papel de periódico. Poco
importaba que traspasara el aceite y dejara todo lo que se le
acercaba hecho unos zorros. Incluidos, por descontado, cuadernos de
deberes.
HabÃa
otros usos no tan finos, como el de suplir al papel higiénico, pero
prefiero no ponerme escatológica. No olvido, sin embargo, una
utilidad maravillosa que ha llegado hasta nuestras dÃas: la de tapar
la paella recién hecha para "dejarla reposar". Aunque solo fuera
por eso, no podemos dejar que desparezca.