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Freud, en su texto "Más allá del principio del placer", introduce por primera vez la noción de la compulsión de repetición, observando que, tanto en los juegos infantiles como en los síntomas neuróticos, ciertos acontecimientos se repiten una y otra vez. Esta repetición no busca siempre la satisfacción inmediata, sino que responde a una fuerza pulsional primaria. Es en este contexto que podemos entender por qué los niños insisten en escuchar el mismo cuento una y otra vez. La repetición, dice Freud, es en sí misma una fuente de placer.
Aunque recuerdo un caso donde el niño no quería que se le repitiera nada, solo deseaba cuentos inventados por la madre, y enseguida se daba cuenta si ella volvía a usar la misma frase… ¡ojo clínico! Pero la mayoría de las veces, si un adulto osa introducir un cambio, el pequeño lo corrige con la precisión de un editor.
Por poner un ejemplo, una analizante recordaba en sesión cómo su padre, poco conocedor de historias, le solía contar los mismos cuentos, en concreto dos. Uno muy corto, que siempre empezaba preguntando: "¿sabes la historia de Perico Sarmiento?" Y tenía que contestar "nooooo", su padre decía: "mujer, sí, la famosa historia de Perico Sarmiento, el que se tiró un pedo y se lo llevó el viento" … y ahí acaba la historia pero que le mataba de risa. Y el otro, claro, Caperucita Roja. Pero el clímax de este relato no estaba ni en la caperuza, ni en la abuela, ni en el leñador. El verdadero acontecimiento era cuando el lobo se la comía. Ahí su padre, con voz ronca, los ojos muy abiertos, las manos en forma de garras amenazantes y la boca enorme, enseñando los dientes, gritaba: "¡Y se la comió!". Ella lo esperaba con ansiedad; el padre, astuto, a veces lo demoraba, lo que la desesperaba aún más. Pero cuando llegaba el momento, reía feliz.
Y lo quería idéntico, una y otra vez. Si su padre variaba el tono o pretendía ser creativo, ella, lo detenía indignada: "¡No, así no! ¡Tienes que decirlo como siempre!". Aquel "¡y se la comió!" tenía que sonar exacto.
En cuanto al devorar o ser devorado, entraríamos en el terreno de la pulsión oral, una de las cuatro principales pulsiones, que puede manifestarse de manera activa (chupar, morder, comer) o pasiva (ser alimentado, ser chupado, ser devorado), o como los cuentos indican, hablar y/o ser escuchado. Pero bueno, ese tema lo podemos dejar para otro artículo.
¡Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!
Bon profit.