El otro dÃa vi. a ese señor que cada vez que sale en la tele hace que me ponga a temblar, y volvió a sorprenderme. Era la enésima comparecencia del director de la OMS, que ya se ha convertido en una presencia constante en nuestras vidas y nuestras pantallas, y nos conminaba a emular a Napoleón para saludarnos y a desterrar ese gesto con el codo que ya habÃamos adoptado, aunque al principio fuera a regañadientes. Y de pronto pensé que, si aquello fuera una pelÃcula, se llamarÃa "Napoleón returns". O "Vuelve Napoleón", claro está, aunque en inglés parece que tenga más tirón.
No hacÃa falta ser un genio para pensar que, salvo casos de una extensión desmesurada de los brazos, el choque de codos infringÃa la distancia recomendada, aunque creo que no fue por eso, o no solo por eso. Ahora hay que llevarse la mano al pecho como deportistas emocionados ante el himno patrio, o como si fuéramos el mismÃsimo Napoleón Bonaparte en la imagen de él que ha pasado a la posteridad.
Recuerdo que, cuando era niña, el prototipo del loco de manicomio que salÃa en los tebeos era el que se creÃa Napoleón, y andaba por ahà con la mano en el pecho mandando a diestro y siniestro, ante las risas generalizadas. La verdad es que, al margen de los muchos filtros de corrección polÃtica que esa imagen no pasarÃa, resultaba muy expresiva. La asociación de ideas entre esa imagen del emperador francés y la locura era instantánea.
Hoy me acordé de todo aquello, imaginando un mundo donde todo el mundo nos llevamos la mano al pecho para saludarnos, un mundo que será una realidad en nada. Y me parece una locura, sin duda. Una muestra de la inmensa locura en la que se ha convertido nuestro mundo.
Sigo echando de menos los abrazos, los besos y un contacto fÃsico que nunca valoré en la medida que debÃa hacerlo. Pero me quedaré con el dicho de que nunca es tarde si la dicha es buena, y esperaré que ese "tarde" sea lo más pronto posible. Porque, volviendo al refranero, la paciencia es la madre de todas las ciencias.
Mientras tanto, toca adaptarse a la nueva consigna. Ya llegarán tiempos mejores para el contacto humano. De lo que se trata es de vivir para llegar a ese momento. Y para eso, lo único que necesitamos es tener, además de paciencia, prudencia. El final de esta pesadilla está más cerca, y cada dÃa avanzamos un paso más para lograrlo. Aunque sea con la mano al pecho.