Leopoldo Bonías Domenico Fontana utilizó para
levantar el obelisco de la Plaza de San Pedro en 1586 más de un centenar de
caballos y ochocientos hombres que se auxiliaron de gran cantidad de poleas y
cabrestantes que después de muchos cálculos había dispuesto el arquitecto suizo
para llevar a cabo con éxito la misión encomendada.
Ante la magnitud de la
empresa, se dio orden a la multitud de guardar silencio absoluto bajo pena de
muerte y se instaló una horca en la misma plaza para que el verdugo procediese
a llevar a cabo lo ordenado de forma inmediata.
Cuando el obelisco estaba en su
posición definitiva las cuerdas empezaron a ceder y fue entonces cuando resonó
en medio de aquel sepulcral silencio la potente voz del capitán Bresca que
gritó: ¡Daghe l´aiga a le corde! (¡agua a las cuerdas!) pues el marinero ligur
sabía que las cuerdas de cañamo se acortan y aumentan su resistencia cuando se
mojan.
Detenido y llevado ante Sixto V,
no sólo le perdonó la vida sino que le concedió el honor de izar en el mástil
de su casa la bandera vaticana y el privilegio para todos sus descendientes de suministrar a
la Iglesia de San Pedro los olivos para la Semana Santa.
La expresión “¡agua a las
cuerdas!” , se utiliza cuando es necesaria una actuación rápida y decidida. Es
una expresión que hoy ha caído en desuso al igual que la española “ quedar como Cagancho en Almagro”
o simplemente “quedar como Cagancho” .
Para los convocantes de la manifestación
ante la Generalitat el próximo jueves en contra de la Ley de Coordinación de
Policías Locales , ambas expresiones son plenamente aplicables a los
responsables de la redacción de la misma.
Una ley que ha tenido su enésima
modificación esta misma semana cuando la Generalitat ha reconocido que se ha
excedido en sus competencias en materia de policías locales y régimen local al
regular que las plazas vacantes procedentes de las jubilaciones que se
produzcan pueden ser cubiertas por interinos.
El responsable político del área es José María Ángel, un hombre
inteligente y nada sectario (otra cosa es que en ocasiones tenga que serlo por
exigencias del guión). Lo conozco muy poco, pero presencié su reacción cuando
se le comunicó ya hace muchos años el asesinato de una importante personalidad
política a manos de la banda terrorista ETA en un tribunal calificador para
cubrir plazas de policías locales en L´Eliana, el municipio del que era
alcalde.
En esas situaciones, los pensamientos fluyen con más sinceridad.
También he tenido ocasión de compartir alguna que otra celebración en La Cañada
con un “enemigo político” suyo del que es amigo personal. Ambos comparten la
máxima de que “es importante llevarse bien con parte del enemigo”. Yo, que
no sé leer pero me fijo mucho, lo tengo en buena consideración y con capacidad
para ocupar cargos de mayor importancia.
Para mi, lo más importante que se
puede decir de José María Ángel es que es un patriota. Lo demostró en su etapa
ministerial en Madrid donde tuvo que hacer alguna de esas cosas que no se hacen
por dinero. No es una persona blanda, sin fuelle ni resorte y la verdad es que
me sorprende verlo ahora asumiendo decisiones que no son suyas, o mejor dicho,
que son suyas, al menos en lo que a responsabilidad se refiere, pero que
parten de alguna persona con intereses espúreos
apoyada, según afirman las malas lenguas, desde instancias superiores.
Conozco desde 1987 la evolución
legislativa de las Policías Locales de
la Comunidad Valenciana cuando con el director general Joan Benimelis se formó
el primer grupo de trabajo formado por diez jefes de policía local cuyos
trabajos fueron germen de lo que
acabaría siendo la primera Ley de Coordinación de Policías Locales en 1990 y
creo que estoy en condiciones de afirmar que nunca se ha vivido una situación tan
crítica como la que actualmente existe en la Comunidad Valenciana. Un examen de
conciencia sin dilación con acto de contrición inmediato parece urgente y
necesario, Director, ¡Agua a las cuerdas!
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