@Hecgonz
Dos meses largos de encierro dan para mucho. O para poco,
según cada cual considere. En estas semanas hemos podido hablar con amigos y/o
familiares a quienes el día se les hacía interminable, sumamente aburrido
(calificativo que enfatizó la vicealcaldesa de un destacado municipio
alicantino); y con otros a quienes se le desvanecía en las manos como un puñado
de arena en una tarde de ventisca.
A cada cual, según sus circunstancias, mentalidad o trabajo,
le ha ido de una forma u otra. Siempre que no se haya visto afectado en propias
carnes o en las de un conviviente por el maldito covid-19, que eso lo cambia
todo y ya nos adentramos en el terreno de la tragedia.
Teletrabajo, que en numerosos casos podría también resumirse
como sobrecarga de trabajo (ya que nos ha desbordado en bastantes jornadas) a
distancia, y niños a cargo a quienes educar desde casa –porque los progenitores
nos hemos convertido, de golpe, en docentes forzosos-, han sido los dos
factores que han completado casi en exclusiva el día de muchos conciudadanos.
En cambio, bastantes otros, obligados por Expedientes
Temporales de Regulación de Empleo (ERTEs) en sus empresas, por su situación de
estudiantes poco aplicados, jubilación o discapacidad, o por no tener trabajo
con anterioridad y no poder buscarlo estos días, se han encontrado con el
regalo sobrevenido de mucho tiempo libre. Por desgracia, a costa de perder el
trabajo en algunos casos. O de ver cómo sus escasos recursos económicos se diluían
en bastantes otros.
¿Lo han aprovechado? ¿O lo hemos podido aprovechar cada cual
según sus circunstancias? Una amiga me comentaba que no le estaba cundiendo
para estudiar unos temas que tenía pendientes. ¿Eso significa que no ha sacado
partido de este tiempo?
No han sido unas vacaciones escogidas, en las que nuestro
estado anímico se suele hallar más predispuesto a disfrutar de los días. Han
sido obligadas, de infinitas horas de encierro compartido, de golpes continuos
a nuestro estado de ánimo, de incertidumbres que acogotan la moral, de tensión…
No son los condimentos más adecuados para la concentración o para el placer.
Desde mi punto de vista, en esta coyuntura de miedo y
preocupación, aprovechar el tiempo significa haber hecho algo que te haya permitido
disfrutar, evadirte, que te haya aportado algo que necesitabas o que te haya
posibilitado orientar tu energía y tu capacidad en un sentido positivo para ti.
Y eso supone desde leer libros pendientes, a aprender a
tocar la guitarra, fortalecer tu musculatura o, simplemente, sentarte en el
sillón a pegarte un atracón de series o películas. Eso ya depende del gusto de
cada cual. La respuesta a cuando te preguntan si has aprovechado algo resulta
muy subjetiva. Lo importante, desde mi perspectiva, consiste en que te haya
aportado. Aunque sean kilos.
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