Juan Benito Rodríguez Manzanares. /EPDA
Vamos a conocer una joya que se encuentra en pleno casco histórico
de la ciudad de Valencia, los Baños del Almirante, situados en la
calle Baños del Almirante, entre las calles del Palau y del Milagro,
haciendo la misma una pronunciada «S», pero esta calleja, a
espaldas del que fue el Palacio del Almirante, actual sede de la
Consellería de Economía, Hacienda y Ocupación no siempre se ha
llamado así.
En 1623, Francisco de Cardona y Ligne (c.1595-1664), V Marqués de
Guadalest, recuperó el título de Almirante de Aragón, y a pesar de
que este nunca fue el dueño de esos baños públicos que en la
actualidad llevan su nombre, la calleja pasó a denominarse «Carreró
de l’Almirant» («Calleja del Almirante»). En el siglo XVIII se
rotuló como «Calle Baño del Almirante» y en XIX, tras añadir una
bañeras al recinto, se rotuló definitivamente como, «Carrer dels
Banys de l’Amirant» («Calle de los Baños del Almirante»).
Dada su construcción en estilo al estilo de los baños de vapor
árabes, en un principio se consideró la posibilidad de que hubieran
sido construidos entre los siglos XI y XII, mas, tras las
investigaciones arqueológicas y documentales que en 1991 realizaron
la arqueóloga Concha Camps García (1961-2017) y el Medievalista
Josep Torró, se descubrieron datos importantes que situaron la
construcción de los baños a principio del siglo XIV, apoyando esta
investigación el documento existente fechado en 1313 en el que el
rey Jaime II de Aragón (1267-1327), llamado «el Justo», autoriza y
habilita al caballero, jurista y miembro del Consejo Real Pere de
Vilarrasa, para que se construyeran en sus propios terrenos unos
baños públicos.
En esas investigaciones también se descubrió que esos baños
públicos, debieron estar orientados a las personas más humildes,
pues las columnas de separación de la sala templada estaban
realizadas con diferentes materiales, lo que indica que fueron
construidas con materiales provenientes de otras construcciones.
De igual manera, se ha constatado que estos baños los usaban mujeres
y hombres, acudiendo a ellos en días diferentes. Y, mientras que los
hombres acudían solos, la costumbre era que a las mujeres las
acompañaran algún miembro de su familia.
Aunque en España existieron otros baños como los de Granada, todos
fueron cerrando merced a un decreto de la reina Isabel I de Castilla
(1451-1504), llamada «la Católica», extremo este que, hace únicos
a los Baños del Almirante, pues no cerraron, permaneciendo abiertos
y dando servicio desde su inauguración en 1320, siete años después
que se iniciara su construcción, hasta 1959 en que cerraron
definitivamente sus puertas cesando su habitual actividad 639 años
de su inauguración. Todo un récord que, seguramente nunca le van a
arrebatar.
Durante su larga y fructífera vida como baños, la edificación
sufrió algunas reformas, siendo especialmente significativa la que
se le realizó en el siglo XIX dándole un aspecto neo árabe, en la
que, además, se introdujeron bañeras de uso individual, con lo que
los baños perdieron su configuración inicial. Mas, entre 1961 y
1963 se llevó a cabo una nueva reforma, en esta ocasión para
eliminar todos los elementos que se introdujeron en el siglo XIX. La
última reforma, restauración y rehabilitación que se le ha
realizado, fue en 2001.
Los Baños del Almirante cuentan con un alto grado de protección,
pues en 1944 fueron declarados Monumento Histórico-Artístico, y en
1993 fueron declarados BIC (Bien de Interés Cultural).
Después de que en 1959 cesara su actividad como baños públicos, en
1963, se acondicionó la edificación para albergar un gimnasio en su
interior. Pero salvando a la multi centenaria construcción del
sórdido presente que estaba viviendo, la Generalitat Valenciana la
compró en 1985, y tras la última rehabilitación citada, los baños
de nuevo han abierto con todo su esplendor para poder ser visitados
con una visita guiada, y con ello recuperar parte del esplendor que
tuvo antaño.
Con respecto a la construcción propiamente dicha, lo primero que
cabe comentar es que la puerta de entrada actual de estilo neo nazarí
con un labrado arco de herradura, no es la puerta original, dando
paso a un zaguán rectangular no muy grande y de nueva planta con
muros de azulejería, y desde él se da paso a la verdadera puerta de
entrada original del recinto, a través de la cual se accede a un
vestíbulo rectangular de muy grandes dimensiones, que era la zona
que se utilizaba para que los bañistas pudieran cambiarse de ropa,
además de servir de sala de espera.
Los baños propiamente dichos cuentan con tres salas húmedas. Desde
el vestíbulo se accede a la sala fría, «al-bayt al-barid» en
árabe, la cual contaba con una pila de agua fría para la higiene
personal, y dos pequeñas estancias. Una de ellas era una letrina de
madera, a través de la cual, los desechos eran llevados lejos por
una acequia. Y la otra pequeña estancia era donde se guardaban las
toallas, jabones, cubos y cuanto se necesitaba para el funcionamiento
de los baños. En la sala fría se han encontrado restos del
pavimento original.
De esta sala se pasaba a la sala templada o tibia, «albayt
al-wastani» en árabe, en la cual había agua fría y caliente y era
donde se enjabonaban al entrar y, en cierta manera, donde se
socializaba al salir.
Y de esta sala se pasaba a la sala caliente «al-bayt al saiun» en
árabe, la cual tenía el suelo siempre caliente, ya que las
instalaciones contaban con un horno que siempre estaba en
funcionamiento con el que se calentaba el suelo de esa sala para que,
echando agua fría sobre el mismo, se generaran los vapores calientes
necesarios, los cuales una vez cumplido su cometido salían al
exterior por dos pares de chimeneas llamadas «escalfadors» situadas
en los extremos de la sala.
Las tres salas tenían el techo con una bóveda de cañón, aunque el
tercio central de la sala templada tiene una cúpula octogonal.
También las tres salas son rectangulares, aunque la sala templada,
por muy poco, es la más grande de todas. Además, las tres salas
tienen unos tragaluces en forma de estrellas de ocho puntas,
contándose hasta diez sólo en la sala fría, los cuales
originalmente estaban cubiertos por unos cristales de diferentes
colores para que dejaran pasar la luz a la vez que entorpecían la
salida del calor. Los muros, para que resguardaran el calor, tenían
un espesor entre 60 y 73 centímetros.
Estos baños están construidos a imagen y semejanza de los baños
árabes de vapor, llamados «hammân», que son los herederos de las
termas romanas, aunque los árabes redujeron bastante el tamaño de
estas. Es por esto que, aunque los baños fueron construidos en plena
Edad Media, se los considera un ejemplo singular de obra mudéjar,
siendo el único o uno de los pocos que se construyeron al estilo
árabe.
No dejéis de visitar este gran pedacito de la historia de Valencia
en España impregnado de aromas a cultura y tradición.
Valencia es sinónimo de un gran crisol de culturas.
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