EL SHOW DE LAS MASCARILLAS
Hermanos: ya sabéis que, como
buenos mediterráneos, somos muy proclives a la exaltación de la amistad en
cuanto nos hemos tomado un par de rondas de cervezas y vinos. Necesitamos el
roce, el abrazo, el par de besos, el apretón de manos, el “choca esos cinco”.
Por eso nos va a costar más que a
los japoneses o a los gélidos europeos del norte, conseguir el cumplimiento de
la distancia social impuesta por el estado de alarma y que, por prudencia,
deberíamos cumplir cuando entremos en la nueva normalidad.
En materia de urbanismo nos
encontramos con un inconveniente a estudiar y al que dar solución: el coche y
su aparcamiento. Ya que a todos nos gusta llegar con nuestro coche, de cinco plazas,
pero ocupado solo por el conductor, hasta la mismísima puerta de nuestra casa y
poder aparcar allí. Las calles se han estrechado para los peatones con
diminutas aceras y se han ensanchado para los coches con carriles de
circulación y zonas de aparcamiento en hilera o, si la calle es ancha,
aparcamientos en batería.
Con aceras estrechas difícilmente
vamos a poder cumplir con el distanciamiento social exigido y recomendado por
las autoridades. Y la peatonalización perpetua va a generara infinidad de
conflictos entre ayuntamientos, peatones, comerciantes y conductores.
Tan vez la solución sea
establecer zonas de peatonalización variable o flexible, dependiendo de las
horas o de las fechas lectivas o festivas. Y, por supuesto, los ayuntamientos
deberán empezar a pensar en planes de ensanche de aceras y la creación de
aparcamientos disuasorios situados a 15 minutos de cualquier sitio a pie.
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