La psicóloga e historiadora valenciana Vicenta Plaza posa en su casa durante la entrevista con EFE. EFE/Kai Försterling La psicóloga e historiadora valenciana Vicenta Plaza ha recopilado en un curioso libro cientos de frases hechas, puyas o dichos populares propios del barrio del Cabanyal, donde ella nació y se crió, y que constituyen una auténtica "trinchera" del valenciano más irónico y socarrón.
Del barrio valenciano del Cabanyal se ha escrito mucho en los últimos años, de su trama urbana, sus edificios singulares, sus problemas sociales y su complicado futuro, asuntos poco amables -la mayoría- que reflejan solo en parte la realidad de unas calles en las que, sin embargo, sigue viva, escondida pero viva, parte de su original esencia.
Quizá fruto de su pasado más humilde y esencia marinera, los habitantes de este barrio han destilado durante generaciones un particular valenciano, mordaz, sarcástico, más interpretado que hablado, más cantado que pronunciado, cuyas expresiones más singulares se recogen ahora en el libro "Pulles del Cabanyal. Dites i sentències del Marítim", publicado por Oronella.
Nacida en la calle Astilleros en 1949, Vicenta, su autora, conoció la realidad de un Cabanyal muy diferente antes de marcharse a vivir a Dinamarca, convertirse en responsable de seguridad en la histórica fábrica que IBM tuvo en La Pobla de Vallbona o de licenciarse en Psicología (primera promoción de la UV, 1970) o Historia.
La idea de escribir este libro no fue propiamente de la autora, sino de su madre, quien se vio postrada durante años tras sufrir un ictus y que instó a su hija, a la que veía constantemente pegada al ordenador preparando su licenciatura en Historia, a escribir sobre ella y las vicisitudes de su vida.
En las 150 páginas de este singular compendio se encuentran expresiones como "estar més fart que Mahoma de la cansalà", "més marejat que l'allioli", "tenir el cul llogat" (estar muy ocupado) o "quedar per a llavor de nap" (lamentar la efímera existencia humana).
"El valenciano que se hablaba en el Cabanyal era más interpretado que hablado, requería de un lenguaje corporal muy particular, una entonación... Se tiene que sentir, y no puede ser utilizado ni entendido de forma literal", señala la autora en una entrevista con EFE.
En este contexto se sentenciaba cuando algo estaba "més clar que l'ull de peix", casi siempre en un contexto políticamente incorrecto: "a la dona i a la cabra, corda llarga"; o se lamentaba cuando alguien era "més delicà que la de Gandia" (que murió al caerle una flor en la cabeza, según se solía exagerar).
En el libro se han tratado de recuperar frases que antaño nacieron fruto del carácter marinero y humilde del barrio y que conformaron la trinchera del valenciano más ácido y socarrón; expresiones que ciertamente ya no se escuchan con la asiduidad con las que las pronunciaban las generaciones precedentes pero que revelan una particular identidad colectiva.
Así, se conocía que "dos dones i un pato: mercat", se requería guardar disimulo cuando se advertía que "hi ha roba estesa" o se avisaba de que alguien era "més animal que els cavalls de la Remonta", animales del ejército estabulados en la calle del mismo nombre.
"El Cabanyal en que yo nací y me crié era un barrio de gente humilde y trabajadora pero también muy viva y original -recuerda Vicenta-. Sus calles estaban cruzadas por trenes y carros tirados por caballos que transportaban pescado. Había, además, muchos trabajos singulares, como el de quienes se dedicaban a hacer maromas con cáñamo, los teñidores de redes, cuidadores de bueyes o pequeñas industrias de salazones".
"Era raro que en cualquier conversación entre dos cabanyaleros no surgiese alguna puya, alguna expresión que en dos o tres palabras no definiese un estado de ánimo muy concreto, exclamación, desprecio o cualquier obscenidad que, con su particular entonación, resultara extremadamente contundente", explica.
Se trata de un lenguaje muy gráfico, casi siempre con doble sentido, pero pierde totalmente la frescura cuando es traducido al castellano o cualquier otro idioma.
Aunque la autora admite, resignada, que "hoy en día es más probable escuchar francés, inglés, alemán o italiano" al pasear por el Cabanyal, prepara ya una segunda edición de este singular "Pulles del Cabanyal", con más expresiones que ha ido recopilando.
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