Susana Gisbert. /EPDALlegan las vacaciones -para algunos, ya han llegado- y toca prepararse, hacer planes y decidir a qué vamos a dedicar esos días de asueto, que siempre acaban siendo pocos. Y es que, por más que una disfrute con su trabajo, por más que se tenga el privilegio de dedicarse a algo que gusta, siempre es necesario un descanso.
La desconexión es tan importante que es un derecho. Y hemos de ejercitarlo de la mejor manera posible.
En esta época, siempre hay alguna entrevista en la que se repite la misma pregunta ¿qué te llevarías a una isla desierta? Como yo me considero un animal social, me cuesta imaginar lo de la isla desierta sin que me entre la ansiedad, pero, desierta o no, tengo claro lo que me llevaría. Y lo que me llevo en cuanto tengo en perspectiva unos cuantos días libres. Y hasta si no los tengo.
Seguro que quien me conocen ya lo saben. Son libros. Ese invento maravilloso que nos permite vivir tantas vidas como queramos, que nos transporta a lugares a los que nunca podremos ir o a épocas que jamás conoceremos.
Mi elección está siempre clara, per no todo es tan fácil. Hay que escoger cuál de todos esos libros van a formar parte de mi equipaje, y cuál va a ser el primero en el que me sumerja. Y eso sí es complicado, porque durante el resto del año acumulo tantos ejemplares esperando su turno que necesitaría varios veranos en leerlos todos. De hecho, hay una palabra japonesa con la que identifico al mil por cien, “tsundoku”, que consiste en la adquisición compulsiva de libros que luego no se pueden leer y que se refiere, también, al algo que hago yo mucho, que s apilar libros en una estantería -en mi caso, mesita de noche- para una lectura posterior.
Tan es así, que ayer mismo fui a seleccionar los que metía en la maleta, tirando por arriba y, nada más había hecho la foto en mi móvil y en mi mente, me percaté de que me había dejado al menos dos que considero imprescindibles.
Recuerdo que otro verano, cuando anuncié en redes que mi proyecto para las vacaciones eran dos libros, la gente me preguntaba si solo dos. Lo que tuve que explicar es que con ese número me refería a los libros que pensaba escribir. El número de los que iba a leer tiene, al menos, dos cifras. Y, si pudiera, tendría más.
Así que, ahora que las vacaciones están ya ahí, no puedo desearos nada mejor. ¿Felices lecturas!
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