Susana Gisbert. Vamos a la playa. Eso decía una de las
canciones del verano, acompañado de un machacón
Uo uo uo. Como no puede ser de otra manera en verano, y más en un
verano como éste, que amenaza con derretirnos los sesos. Y es que, si hay algo
que permanece invariable verano tras verano, es la relación de éste con la
música pegadiza. Esa que, aunque no lo reconozcamos, se nos incrusta en el
cerebro y vamos canturreando por las esquinas.
Decía
un dicho que no había día sin sol ni macarra sin transistor. Hoy, aunque los
macarras, aunque sean reconvertidos, siguen existiendo, los transistores
pasaron a mejor vida. Con lo que acompañaban en la playa a la sombrilla, la
tortilla de patata y la tumbona. Ahora con un móvil van que chutan. Pero la
música ahí sigue.
Y sí, Vamos a la playa, a esa playa donde se
fue Eva María con su maleta de piel y su
bikini de rayas, a ésa donde alguien repetía que en la arena escribí tu nombre, aunque luego lo borrara para que
nadie pisara el nombre de María Isabel,
que debía ser amiga de Eva María. Y
en esa arena, precisamente, fue donde debió caer la lágrima de Peret, que no
decía de cantar eso de que en la arena
cayó una lágrima. Que igual era la que derramaba Julio Iglesias en sus
tiempos mozos, buscando entre las olas
a su Gwendoline
Y es
que lo de la playa es una necesidad estival. Por eso hubo quien se quejaba por
los siglos de los siglos cantando lo de que Aquí
no hay playa, seguido de un vaya,
vaya que pretendía ser irónico pero no ocultaba la envidia. La envidia hacia
a aquellos que cantaban al Mediterráneo,
fuera desde la poesía del que nada podía
hacer si nació en el Mediterráneo, sea desde el jolgorio de los que
alababan al Mediterráneo como tierra de calor, templo del sol y vaya
usted a saber cuantas cosas más.
Y es
que ahí está la playa, el mar y el sol para pasar los calores. Y los barcos,
incluído el de Chanquete. Que por eso tiempo ha un trío que hoy pocos recuerdan
insistía con lo de Rema, rema, marinero.
Y seguro que no se refería al Marinero de
luces de la folklórica hoy venida a menos. Quizás lo hiciera a aquel que le
pedía Marisol –cuando ya no era Marisol- lo de Háblame del mar, marinero. Fuera en barca de remos, o en un Velero llamado libertad. O incluso en un
crucero, como aquel Barco del amor de
la infancia de muchos, o fuera un barco anclado en tierra del en el que hubiera
que reivindicar que del barco de
Chanquete, no nos moverán.
Y ahí
sigue la playa. Por más que algunos pretendieran fastidiárnoslas advirtiendo
que vendría el Tiburón, el Tiburón, y
otros, más precavidos, nos advirtieran a toda hora que no les pise que llevan chanclas. Con su principio, coreado por
quienes nos cantaban lo de vacaciones de
verano para ti, y su Final del Verano,
que con ese tono cenizo nos anticipaba el Dúo Dinámico.
Pero
si algo que no falla, es Georgie Dan. Que, pase lo que pase, no hay estío sin Chiringuito ni Barbacoa para calmar la sed y el hambre. Por más que nos sigamos
preguntando qué será lo que tiene el
negro.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia